La postverdad consiste en tomar un hecho dado generalmente por cierto, al que se va jalonando de inexactitudes con el fin de manipularlo hasta el extremo de convertirlo en algo diferente a lo que fue. El post-truth se refiere a “circunstancias en las que los hechos objetivos tienen menor influencia en la formación de la opinión pública que los llamamientos a la emoción y a la creencia personal”. Dicho de otro modo, la postverdad no es otra cosa que construir una “nueva verdad”, lo que intrínsecamente es imposible, ya que de lo contrario la verdad inicial no sería verdad, pero es necesario que lo sea para sustentar la falsedad con apariencia de veracidad.
Como a nadie se le puede escapar, esa recreación nunca es inocente, y los fines que persigue tampoco.
Un ejemplo palmario de postverdad lo tenemos en el relato que algunos están queriendo reinventar sobre Almería en el contexto del referéndum del 28 de Febrero de 1980, en el que se votó la vía para el acceso a la autonomía andaluza.
Y es que el hecho incuestionablemente verdadero, es que la pregunta que se hizo a los andaluces fue la siguiente: “¿Da usted su acuerdo a la ratificación de la iniciativa prevista en el artículo ciento cincuenta y uno de la Constitución a efectos de su tramitación por el procedimiento establecido en dicho artículo?”
Habría podido ser más sencilla, más clara, pero fue esa, no otra. Y a eso es a lo que contestaron los andaluces, y por descontado, los almerienses.
Es conveniente recordar aquella insultante papeleta, ya que demuestra cómo de difícil nos quisieron poner las cosas… pero también vale para dejar negro sobre blanco una de las mentiras sobre las que se construye la postverdad de aquel día.
El segundo elemento de esta postverdad lo constituye el resultado de la consulta, sobre el que también habría que hacer algunas consideraciones que lo explican, pero vayamos al dato objetivo e incuestionable. Fueron casi 120.000 los almerienses que dijeron Sí, frente a algo menos de 11.092 que dijeron No… el resultado de la voluntad popular no puede estar más claro.
¿Pero a qué dijeron Sí los almerienses? Pues dijeron que querían que Andalucía accediera a la autonomía por la vía del artículo 151 de la Constitución, la llamada “vía rápida”, la de las nacionalidades, que no quería que su “región” siguiera administrada desde Madrid, y que quería tener autogobierno con poder político propio.
Aquella fue la pregunta y esa fue la respuesta. No se les preguntó si querían seguir formando parte de Andalucía… nadie cuestionó la andalucidad de Almería, ya que hasta la propia UCD, aquella que gobernaba el Estado y se oponía a la autonomía, debía escuchar como en el Ayuntamiento de la capital almeriense, su más conspicuo concejal, Fausto Romero Miura, hacía una encendida defensa de la inequívoca identidad andaluza de esta provincia (“la frontera de Andalucía, y lo he dicho muchas veces, no está en Adra o en Chirivel, sino en Puerto Lumbreras, en Murcia. Que Almería no es una provincia arrumbada en una esquina del mapa de España y junto al mar, como a punto de caerse al mismo y convertirse en una isla fantasma a la deriva. Que Almería no es una provincia que acampane a las márgenes de Andalucía. Almería pertenece a Andalucía en cuerpo y alma porque, entre otras razones menos fundamentales, Almería dio el ser a Andalucía hace cinco milenios. Almería es Andalucía. Sin Almería, Andalucía no sería Andalucía”) aunque ahora se haya subido… ¡quién sabe las razones!... al carro de la postverdad, reinventando su propio pasado. Y no era el único en su partido, que en Olula del Río la UCD hacía un llamamiento en favor de la autonomía dejando por escrito que “la verdad sin controversias de que somos andaluces, y de que todos, sin excepción, queremos una Andalucía de prosperidad, justicia y libertad”, y el mismo partido sostenía que “nosotros consideramos que Vélez Rubio pertenece a Andalucía porque sentimos como andaluces, hemos nacido en Andalucía, formamos parte de Andalucía”.
No sólo eso, a participar en la manifestación del 4 de Diciembre de 1977 para reclamar autonomía, en Almería no sólo llamaba la izquierda o los andalucistas, lo hacía hasta Falange en un comunicado oficial, hasta el Obispo de la Diócesis en la Hoja Parroquial y en su artículo dominical en la prensa local… es que el pleno de la Diputación de Almería acordó, en sesión solemne presidida por el franquista Juan de Oña Iribarne, colocar la bandera de Andalucía junto a la española. Ninguna ley les obligaba, no había consignas partidistas ni gubernamentales en ese sentido, pero todos los diputados provinciales apoyaron a mano alzada que la enseña que no sería oficial hasta cuatro años más tarde, ya tenía que lucir en el balcón principal de la sede institucional que representaba a la provincia almeriense. Eso era lo que pasaba en Almería, ese era el ambiente, ese era el sentimiento.
Para solicitar aquel referéndum del 28F, había de enfrentarse a otro trámite previo legal, que era el de la solicitud del mismo, que debía ir respaldada en cada provincia por la Diputación, por el 75% de los ayuntamientos en representación de más de la mayoría absoluta del censo electoral. Eso también lo cumplió Almería, donde la Diputación hizo su parte pese a estar dominada por la derecha, lo hicieron los ayuntamientos pese al gran peso de la UCD en ellos, y se cubrió de largo la exigencia de representación del censo, que alcanzó a la casi totalidad del mismo.
No se puede decir, por tanto, que los almerienses dijeron No a “estar” en Andalucía ya que, para empezar, nadie les preguntó por ello, como por otra parte tampoco le preguntaron a los sevillanos o a los gaditanos, o a los demás. ¿Y podrían haberlo hecho? Sí, incluso no habría hecho falta preguntar… a Murcia le quitaron Albacete, y León dejó de ser una “región”… sin preguntar a nadie.
Pero volvamos a la postverdad con el resultado del referéndum. Ya hemos mencionado los datos, pero también hay otro hecho cierto, y que se constituye en el punto central sobre el que se construye esa recreación de la historia cuyo objetivo es el falseamiento de la misma, y la difusión de una nueva verdad.
La cuestión territorial se dirimía en la etapa preconstitucional de la Transición, en hacer dos velocidades, una de autonomía política real para catalanes y vascos, con sus propias instituciones de autogobierno, y otra para el resto, que seguirían siendo regiones con cierta descentralización administrativa.
Sólo Andalucía pidió autonomía plena y en igualdad con los pueblos del norte, asi que la Constitución tuvo que atender a esa exigencia, e incluir esa posibilidad vía referéndum. Pero claro, el poder no nos lo puso fácil, y es que aunque sólo nosotros lo pedimos, la iniciativa de la Constitución era accesible a todas las regiones que lo reclamaran y cumplieran con ella. Tal vez si sencillamente se hubiese atendido esta demanda social la cosa no habría ido a más, pero claro, había que mantener a Andalucía en el batiburrillo. Podían haberse ahorrado el “café para todos” con ponernos “café” a los únicos que lo habíamos pedido.
El referéndum de acceso se tendría que hacer provincia por provincia, no por circunscripción única a pesar de afectar a todo un territorio (como pasó con la Ley de Reforma Política o con la Constitución, sus dos precedentes, o posteriormente con la aprobación de los dos estatutos de autonomía), y además, los síes debía ganar sobre el censo electoral, o dicho de otro modo, que lo mismo valía un No que una abstención, o incluso que un voto nulo… lo que no pasa ni en Corea del Norte, ni en Cuba, ni en Venezuela… un referéndum se gana si hay más síes que noes. Punto.
En Almería, hubo un 48% de abstenciones, los noes sumaron el 4,02% (en Jaén fue el 6%), en blanco el 4,40%, y los nulos el 0,49%.
Para cumplir la exigencia del referéndum, en Almería, donde votó el 51% de los censados (y eso con impugnaciones en el 75% de las mesas electorales, porque había muertos empadronados, emigrantes que figuraban inscritos sin residir en la provincia, personas censadas en varios municipios… todo ello común a otras provincias, pero agravado por la situación socioeconómica de esta tierra en aquellos momentos), todos las papeletas habrían tenido que ser positivas para cumplir… algo inaudito, algo injusto, y que por tanto, luego debió ser reparado.
¿Y un 48% de abstención es mucha o es poca? Pues según se mire, y es que en el referéndum del Estatuto que vino después, subió al 56%. Y luego, en el referéndum de 2007 sobre el segundo Estatuto, la abstención fue del 68%, pero es que en el conjunto andaluz superó el 63%, que es bastante más que aquel 48% almeriense. Y si los Síes en nuestra provincia superaron el 85%, en toda la Comunidad fue del 87%, sólo dos puntos más.
En el referéndum de la OTAN votó el 57%, y en el de la Constitución Europea sólo el 38%, y eso que en ellos el Estado se volcó en potenciar la participación, y los partidos de uno y otro signo.
La postverdad sostiene ahora que los almerienses dijeron No a formar parte de la Comunidad Autónoma de Andalucía… aunque eso no fue lo que se preguntó, y aunque los síes fueron más del 42% de los votos emitidos.
Sostiene la postverdad que la gestión del resultado del referéndum fue un “pucherazo” antidemocrático porque, en su opinión, lo democrático era desatender la opinión del 42% y que si impusiera lo que pensaba el 4%.
Oculta la postverdad que el domingo 23 de marzo se produjo otra grandísima manifestación bajo el lema “Almería es Andalucía”, con el fin de dejar claro que los almerienses muertos no podían ganar la batalla a los almerienses vivos en la batalla del censo.
Lo único que dejó claro la gestión política del 28F es lo mal que se había hecho antes, y hubo que buscar una forma de dar salida al callejón en el que nos habían metido. Resulta que más del 55% de los andaluces dijeron Sí, y el 3,41% que No, y que en Almería el resultado era similar, 42% frente al 4%... pero SU ley obligaba a paralizar el proceso autonómico para toda Andalucía… en contra del deseo inmensamente mayoritario.
El único “pucherazo” fue la encerrona en la que nos metieron a los andaluces, obligándonos a pelear en la calle por algo que a otros se les dio sin preguntar, y obligándonos a pasar por un referéndum bajo condiciones inaceptables. Un referéndum del que la prensa provincial, en manos del Estado –un Estado cuyo Gobierno estaba en contra- tenía prohibido hacer publicidad del mismo, hasta el extremo que hubo que irse a Murcia para desde allí emitir cuñas de radio animando al voto en Almería.
La postverdad que berrea cuestionado el 28F, sostiene hoy que el 4% es más que el 42%, que 11.092 es más 118.186… y lo peor es que hay quien se lo cree.