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Ningún silencio cómplice

Por Juan Fernández Cabezas
martes 17 de abril de 2018, 13:21h

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No es que me importe mucho lo que piensen o lo que sientan los dirigentes de los sindicatos de clase, “mayoritarios”, por una ley, a mi modo de ver, obsoleta al momento actual y que les ha permitido y permite prebendas de toda índole en el mundo laboral. Cada cual es muy libre y tiene todo el derecho y mi respeto. Lo que no me parece de recibo, y es por ello estas líneas, que mi silencio sobre sus decididas actuaciones, me haga convertirme en cómplice de lo que de ninguna manera apruebo.

Formación fraudulenta, subvenciones ilícitas, financiación irregular con los EREs, y un largo etcétera. Son algunas de las lindezas con las que algunos miembros de UGT y CCOO han contribuido a manchar la honra de tantos buenos sindicalistas. Son tantas las mamandurrias y corruptelas del sindicalismo de clase, investigadas en los tribunales, que nos han convertido a todos en víctimas involuntarias de reproches. El estigma de la corrupción cae sobre el mundo sindical sin tener en cuenta las autorías. Solo nos faltaba ahora la tachadura independentista. Pues mi silencio no será cómplice.

Ni personalmente, ni como responsable provincial de CSIF Almería, puedo compartir la coartada de ruptura social que los dos sindicatos de clase le han dado al movimiento independentista catalán. Es intolerable que estas dos organizaciones puedan, a través de sus actos, promover la apariencia de conflicto transversal que dé alas a esos supuestos dos millones de independentistas que pretenden subyugar la voluntad de los otros seis millones de catalanes y de los 44 millones del resto de España.

Unos pueden sentirse y ser independentistas, marcianos o lo que les venga en gana. Nuestra bien ganada libertad democrática nos lo permite. Incluso hay fórmulas legales para conseguir la segregación, lo de ser marcianos debe ser de nacimiento. Ninguna campaña de derrocamiento político o ceguera por segurísimo político con la coartada del falso e inexistente derecho a decidir debería enturbiar las relaciones de convivencia de una sociedad. Contribuir en trasladar y aumentar las tensiones internas que la deriva independentista ha provocado en Cataluña al resto de nuestro país, me parece de una bajeza moral sin precedentes. Solo espero que los buenos delegados y afiliados que aún quedan en UGT y CCOO sepan poner las cosas en su sitio, por el contrario, y de no conseguirlo, harían bien en alejarse de tan pésimas y negativas influencias.

El independentismo es un viejo y caduco argumento cuya ejecución unilateral no tiene cabida en la Constitución española ni de ningún país europeo. Una sociedad que se precie de demócrata no puede consentir, y por tanto ha de protegerse, de que una minoría fuera del marco legal y de la Constitución, imponga la uniformidad ideológica con la que parte de la burguesía catalana pretende manipular al mundo.

Quede claro una vez más, los sindicalistas de CSIF estamos en la búsqueda de espacios de convivencia, con el Estado de Derecho, la Constitución y el Ordenamiento Jurídico. No podemos permitir que nos involucre en la deriva soberanista, ni por acción ni por omisión. Nuestra labor es de vital importancia y juega un papel fundamental en la vida laboral española, en defensa del interés general.