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¿Torpeza extrema... o ruindad?

lunes 23 de julio de 2018, 21:32h

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Han trascurrido dos meses desde la llegada al poder de Sánchez, dos meses en los que el líder del PSOE no ha cesado en concesiones a los nacionalistas catalanes, desde el acercamiento de presos a promesas económicas y políticas en detrimento del conjunto de los españoles. Promesa de un nuevo estatuto que situaría a Cataluña en una situación de cuasi estado independiente, y que ya había sido rechazado por el Tribunal Constitucional. Promesa de consentir la marginación lingüística de más de la mitad de españoles residentes en esa autonomía. Promesa de un tratamiento económico favorable y desigual para el resto de los españoles, etc, etc. Y esta política, para más inri, es la que auspicia el secretario general del Partido Socialista Obrero Español. Una claudicación sin excusa de los tres adjetivos que dice identificar a su partido, lo que en el sentir y expresión popular es una conducta de clara traición a sus principios y a la Nación.

Pero ni por esas. El independentismo catalán lo tiene muy claro desde hace tiempo y hace falta estar ciego para no verlo. ¿Acaso en el PSOE no hay nadie que comprenda que la solución del problema no es continuar con las concesiones? ¿Tanta torpeza es posible en un dirigente político? No he estado nunca de acuerdo con la política de continuas concesiones hechas a los nacionalistas vinieran de donde vinieran porque, como es bien sabido, sólo han servido para alimentar y engordar cada vez más a la bestia. ¿Cuál es entonces la solución y posible salida a esa infección mantenida durante décadas? La primera, hacer un buen diagnóstico de la enfermedad; a saber, que no se trata de un resfriado, sino de una gangrena gaseosa a la que es necesario atacar con absoluta contundencia. Al independentismo radical no se le apacigua con “paños calientes” sino con la decisión firme de cambiar la situación política en Cataluña. Se trata de vencerles política y culturalmente invirtiendo con tiempo y esfuerzo toda la propaganda nacionalista y debilitando o suprimiendo cuantos focos de poder hacen posible su supremacía política.

La batalla se ganará si los dirigentes del Estado son capaces de realizar las reformas constitucionales necesarias y aprobar las leyes que delimiten claramente las competencias de la autonomía y sancionen con toda claridad las consecuencias de extralimitarse de ellas. La devolución de las competencias en educación al Estado, la necesaria obligación del uso del español junto al catalán en toda la administración autonómica, la integración de los mozos de escuadra y su dependencia directa del ministerio del interior, el funcionamiento efectivo del delegado del Gobierno en Cataluña y otras medidas centralizadoras, son la única solución.

Si estas medidas no se afrontan con valentía y decisión, aun sabiendo que conllevarán, al menos al principio, una violenta reacción del independentismo, digo, si estas medidas no se ponen en práctica de forma urgente, más vale reconocer que el estado de derecho y la Constitución española han sido derrotados. Lo más conveniente, en caso de no tener el valor de afrontar esta u otra solución semejante es, de una vez por todas, dar la razón al independentismo y evitarnos la agonía continua en la que vive el estado español, lo que supondría evidentemente la desaparición de la nación española.

En manos de Sánchez y el psoe está tomar esta decisión. Que se enteren de una vez que no es posible en este caso el término medio. O España derrota plenamente al independentismo catalán o el independentismo culminará su propósito de destruir España.