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El tiempo de los Titanes

Por Moises Palmero Aranda
viernes 08 de marzo de 2019, 15:01h

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Con las manifestaciones tengo mis días. Cuando lo veo todo negro, me da la sensación de que no sirven para nada, que el poder ha encontrado la forma de minimizar su efecto. Han aprendido que deben dejarnos gritar, patalear, exigir y que de nada sirve enfrentarse a la multitud. Luego, con ademanes paternalistas, nos escuchan, nos prometen y nos aconsejan el camino que debemos seguir. Consiguen que pase el tiempo, que el grupo que nos da la fuerza, y quiero creer que los atemoriza, se disgregue, se vaya descomponiendo, se diluya. Al final queda un nuevo partido político, con eslóganes deportivos, con nombres de diccionario, que gira dependiendo de donde sople el viento. Morados, verdes, naranjas al final entran en el juego, nos llevan a las urnas y el pueblo pierde. Todo queda igual, salvo la sensación de que hicimos lo que pudimos, con el orgullo de que nos enfrentamos al sistema y los tuvimos noqueados. Ilusiones, la falsa sonrisa del delfín.

Son duros esos días negros. La rabia, la frustración, la impotencia te corroen por dentro, cuando descubres que nuestra existencia es dirigida por unas elites invisibles, por un mercado etéreo, por unas sociedades a las que nunca podrás acceder y que solo quieren de ti que consumas para perpetuarlos. Si pudiésemos llegar a ellas la cosa cambiaría. Pero han sabido parapetarse tras un entramado de marionetas que nos gobiernan, que los protegen. Serviles que solo piensan en sí mismos y que a su vez se cubren las espaldas con otros muñecos manipulables. Voceros que cuando levantas un poco el tono te recuerdan que en la vida no todos somos iguales, que el valor de tu opinión depende de cuánto aportes al sistema y las medallas que hayas conseguido, sean merecidas o no. Mandados que quieren hacerte renunciar a tus derechos como ciudadano a reclamar equidad y justicia, ofreciéndote poner dos mesas en vez de una y regalándote bolsas a juego. Correveidiles, que a sabiendas de su fragilidad en el sistema, intentan ganar meritos para no caer los primeros.

En los días negros, notas la resignación en la gente, el dejarse llevar, el cruzar los dedos para quedarnos como estamos. Han conseguido quitarnos la ilusión por opinar, por hacer humor, por proponer alternativas. Han abotagado nuestras conciencias, reducido nuestra inteligencia, sometido nuestra voluntad. Nos han inculcado que los adoquines no pueden volar y que el destino de los osados es el Tártaro.

Pero hoy no es un día negro. Hoy creo que aún tenemos esperanza, que a ella debemos agarrarnos. Creo en la fuerza, en la unión, en el trabajo colectivo, en la presión social para cambiar el sistema. Hay que salir apoyar a todo colectivo que pida la igualdad de derechos, que exija que se cumplan las leyes, que tengamos las mismas oportunidades. Que no haya discriminación, ni abusos de poder, ni techos de cristal. Hoy creo en el bosque de los iguales, donde cada hierba por pequeña que sea tenga la misma importancia que los grandes árboles, donde todo esté relacionado y una pequeña alteración amenace el equilibrio. Creo en la capacidad de recuperarnos, de apoyarnos, de adaptarnos a los cambios, de defendernos los unos a los otros. Estoy convencido de que juntos podemos mover las sillas, derribar los muros, cortar los hilos, construir un nuevo futuro. Hoy creo.

Esta semana toca defender los derechos de las mujeres, proponiendo, gritando y exigiendo juntos. No es cosa de ellas, sino de todos. No se trata de acompañarlas o apoyarlas, se trata de caminar de la mano. Ni detrás, ni delante, juntos, a la misma altura, mezclados, olvidándonos de colores, de sexos, de intereses. Si lo hacemos así no será flor de un día, una efeméride en el calendario, una foto anual, un bonito discurso para el recuerdo. Si dejamos que nos dividan, no servirá de nada, y el poder y sus marionetas, se apuntarán otro tanto.

La semana que viene toca apoyar a los jóvenes que han decidido exigir a las marionetas que tomen medidas para luchar contra el cambio climático, para que le dejemos una oportunidad de sobrevivir en el planeta. Chapó por Greta Thunberg.

Pueden pensar que mis palabras son de otro tiempo, que la época de las revoluciones ya pasó, pero nunca tuvimos tanta necesidad de una como en los tiempos que nos han tocado vivir.

Hay que perseverar, gota a gota, golpe a golpe, verso a verso, y pintar los días negros de colores.

Moises Palmero Aranda

Natural de El Ejido, Almería. Licenciado en Ciencias Ambientales por la Universidad de Almería. Desarrolla su trabajo en el mundo de la Educación Ambiental desde la Asociación El árbol de las piruletas, donde ha utilizado la literatura como una herramienta más de sensibilización. Es autor y narrador de cuentos infantiles, entre los que destaca El árbol de las Piruletas y Un delfín entre las estrellas (próxima publicación) Secretos en el Sendero, nueve relatos de misterio donde se mezcla literatura, senderismo y geocaching, es su primera publicación en solitario. 32 motivos para no dormir; Pasos en la oscuridad; Taller de cuentos; 12 caricias; 13 muertes sin piedad; Ángel de nieve; Ulises en la isla de Wight; Crímenes callejeros; El oasis de los miedos; Letras para el camino, El mar, la mar, Relatos Velezanos V son algunas antologías donde aparecen sus relatos. Colabora en Candil Radio con los programas “La mirada del delfín viajero” y “Letras de Esparto”. En radio UAL dirige y presenta el programa de entrevistas Radio Ecocampus. También ha hecho sus pinitos en el mundo del cortometraje con El hombre y la flor. Otra oportunidad y su guión “Residuos” fue el ganador del I Concurso de guiones para cortometrajes “Carboneras Literaria”. Socio fundador de la Asociación Literaria y Cultural Letras de Esparto.