Manuel Rodríguez Illana es doctor en periodismo, también licenciado en Psicología, y profesor de Lengua Castellana y Literatura en un instituto de Sevilla, además de autor de varios libros, siendo el último “Por lo mal que habláis” (Editorial Hojas Monfíes), en el que aborda el “supremacismo” con el que se denigra el modo de hablar de los andaluces.
Es conveniente dar esos datos sobre su currículo antes de revisar sus declaraciones en la entrevista que concede a Noticias de Almería, porque siendo controvertidas, es importante saber que en las más de 400 páginas de esta obra hay mucha investigación y numerosas citas bibliográficas, documentales, de medios, artículos, informes… hasta completar una teoría difícilmente rebatible con la mismas aportaciones.
Rodríguez Illana sostiene que está claro que los andaluces hablamos andaluz, aunque etiquetarlo de dialecto, idioma, variedad lingüística, acento… es tarea improductiva, y argumenta que quienes suelen hacerlo tienen como objetivo denigrarlo, rebajarlo de categoría para circunscribirlo a él, y a quienes lo hablan, a ciudadanos de segunda –o tercera, o cuarta- clase. Es decir, existe una clara intencionalidad al hacerlo.
En ese sentido añade que otra de las intenciones es la de dividir Andalucía, y pone algunos ejemplos, como el de una filóloga que recogía en un trabajo que en una parte de Almería se hablaba “murciano”. El profesor muestra su sorpresa ante esto, ya que resulta una evidencia que los murcianos al hablar son confundidos con andaluces, y en todo caso, parecería lógico –entiende- que si una parte de Murcia se expresa como una parte de Andalucía –hay quienes ven rasgos “murcianos” incluso en comarcas de Jaén o Granada o Málaga- se pudiera decir que esa parte de esa Región la que habla andaluz.
No solo eso, Rodríguez Illana señala lo curioso que también resulta que el castellano o el español se hablen de modo distinto en diferentes comarcas, o ciudades, o provincias, pero no se diga nunca “hablas castellanas” pero al referirse al andaluz, cuyas diferencias entre unas zonas y otras es menor que las del propio castellano en distintos territorios, se recurra a las “hablas andaluzas”, y se pregunta cómo es posible que haya diversidad –hablas andaluzas- dentro de la unicidad –castellano-.
Pero el libro no se queda en estos análisis, y abunda en la cuestión económica de tipo colonial que se oculta detrás de todo este entramado que dibuja a lo largo de su interesante obra, en la que se pronuncia a favor de la transcripción del andaluz -como en el caso de "Er Prinzipito"- aunque entiende que por el momento podría ser pronto para pensar en una estandarización, aunque no la rechaza.