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Mosquitos en Almerimar

Por Moises Palmero Aranda
domingo 10 de mayo de 2020, 13:02h

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A veces los políticos deberían ser menos prudentes en sus mensajes y decirnos la verdad a los ciudadanos. No andarse con remilgos y mareando la perdiz, pero las ansias de ganar posiciones de unos, y el miedo a ser castigados en las urnas por otros, nos hace perder el tiempo en discusiones repetitivas y gastar grandes cantidades de dinero en partidas innecesarias que podríamos estar invirtiendo en otras áreas. El tema de los mosquitos es un ejemplo.

Esta vez, lo ha vuelto a poner sobre la mesa la Concejala de Ciudadanos, María Herminia Padial, que ante las quejas de los vecinos de Almerimar, ha encontrado la posibilidad de meter el dedo en la llaga. Nada que objetar, todos los partidos han utilizado los mosquitos para hacer política, municipal, provincial o autonómica. No hay ninguno que pueda decir lo contrario, la hemeroteca está ahí. Además, ser críticos con las decisiones que se toman, proponer alternativas y estar pendiente de en qué gastamos el dinero, es parte de su trabajo, que luego pasa lo que pasa y nos encontramos las arcas vacías y nadie oyó ni vio nada, incluso la justicia deja de ser justicia y se hace la ciega, la sorda y se vuelve lenta e inoperante.

En esta ocasión el argumento utilizado por la concejala nos da la respuesta a este problema. A pesar de que el gasto se ha triplicado en los últimos años, no se obtienen resultados contundentes. El análisis se puede hacer desde el punto de vista político para dejar en evidencia la gestión municipal y, por otro lado, postularse para enmendar el errático camino elegido. Pero también se puede analizar desde el punto de vista de la ecología, pero las conclusiones a las que nos llevaría no nos interesa conocerlas.

El problema es fácil de entender, y así deberían decírselo los políticos a los ciudadanos. Primero, año de lluvias, año de mosquitos. Así ha sido, y seguirá siendo, desde que el mundo es mundo. El año pasado se habló poco de este tema porque llovió menos, este año la naturaleza ha sido más benigna y eso implica lo que implica. El tratamiento es el mismo, salvo, intuyo, lo desconozco, que en los meses donde hay que actuar contra las larvas, estábamos confinados.

Segundo. Punta Entinas Sabinar no es el problema. Olvidémonos de culpabilizar al medio natural de nuestras molestias y empecemos a entender que somos parte del ecosistema. No podemos dominar la naturaleza a nuestra conveniencia, para poder tomar el sol y nuestra cervecita sin interferencias, porque ese pensamiento, de soberbia, de prepotencia, de nuestra comodidad por encima de todo, es el que nos ha llevado a urbanizar toda la costa, plastificar nuestro entorno, romper el equilibrio natural y meternos en la boca del lobo. Evidentemente los humedales del Espacio Protegido son un foco más, pero si sumamos las superficies someras, donde proliferan los mosquitos, las urbanizaciones con sus piscinas, los preciosos jardines, e incluso las balsas de riesgo de nuestros invernaderos, nos daríamos cuenta que multiplican por decenas las hectáreas de humedales naturales.

Tercero. Los mosquitos no son una plaga. Son parte fundamental para mantener los ecosistemas, la biodiversidad que nos alimenta, que nos permite respirar, que crea los contrastes adecuados de temperatura y humedad que permiten la vida en el planeta, y otra gran cantidad de servicios invisibles, y no valorados socialmente, para nuestra supervivencia. Hemos acabado con las especies que se alimentan de ellos, ya no permitimos que las golondrinas, los vencejos, los aviones, y los murciélagos vivan en nuestras ciudades. Si mantuviésemos la ecología urbana, si intentásemos naturalizar nuestra civilización, los problemas serían menores. Aprendamos de nuestros agricultores, que con el paso de los años han ido abriendo sus invernaderos a la naturaleza para conseguir productos más sanos y más sostenibles, la lucha integrada, la creación de setos naturales son algunos ejemplos. El próximo paso, que nos ayudaría a luchar contra los mosquitos, sería naturalizar las balsas, creando ecosistemas que nos permitan utilizar el agua para el riego, pero que a su vez, sean reductos de biodiversidad para devolver el equilibrio perdido.

Estoy de acuerdo en que hay que hacer los tratamientos, siempre se reduce el impacto, pero es más importante aprender a convivir con el problema, y no intentar contentar a los vecinos que compraron su piso sabiendo el inconveniente que existía. En lo que les prometieron, ya no me meto. También estoy de acuerdo en que el gasto del tratamiento puede ser elevado, pero no por que se esté haciendo una mala gestión, que lo desconozco, sino porque es intentar matar moscas a cañonazos. Soy consciente de que el incremento en el gasto se ha debido a que por fin nuestro Ayuntamiento entendió, los defensores del Pueblo así se lo hicieron saber, que esto no es un problema ambiental, sino de salud, y que las competencias por tanto son municipales, así que en su afán de buscar una solución, por la presión ciudadana, ha empezado a actuar. Por desgracia contra la naturaleza el dinero no siempre es la mejor opción.

A modo de conclusión les diré que lo que hemos aprendido durante esta crisis sanitaria es aplicable a este tema de los mosquitos, en realidad a todos los males que nos afectan. La alteración del equilibrio natural, la pérdida de biodiversidad, elimina nuestras defensas, como individuos y como especie, y nos complica la supervivencia. Trabajando en políticas ambientales nos ahorraríamos muchísimas dificultades, pero para eso hay que apoyar la ciencia y creer en sus estudios y resultados. De nada sirve tener tantas universidades si luego no aplicamos el conocimiento que allí se genera.

Casi siempre la solución a los problemas está en la responsabilidad individual. Exigimos soluciones rápidas, pero no nos gusta que nos digan lo que tenemos que hacer. Si cada uno de nosotros fuésemos responsables en nuestra faceta, la desescalada no parecería el final de la pandemia, no habría guantes ni mascarillas en la orilla de la playa, ni basura en los medios de comunicación, ni desconfianza y mentiras en el Congreso de los Diputados.

Y para terminar, si nuestros políticos, ante problemas para los que no tienen solución, optasen en colaborar y trabajar en equipo, los ciudadanos recobraríamos la confianza en ellos. Así cuando nos dijesen que contra los mosquitos nada se puede hacer, salvo protegerse con repelente y poner mosquiteras en las ventanas, no dudaríamos en su palabra, aceptaríamos la realidad y nos ahorraríamos mucho tiempo, dinero y cabreos innecesarios, pero nadie confía en nadie, así nos va.

Moises Palmero Aranda

Natural de El Ejido, Almería. Licenciado en Ciencias Ambientales por la Universidad de Almería. Desarrolla su trabajo en el mundo de la Educación Ambiental desde la Asociación El árbol de las piruletas, donde ha utilizado la literatura como una herramienta más de sensibilización. Es autor y narrador de cuentos infantiles, entre los que destaca El árbol de las Piruletas y Un delfín entre las estrellas (próxima publicación) Secretos en el Sendero, nueve relatos de misterio donde se mezcla literatura, senderismo y geocaching, es su primera publicación en solitario. 32 motivos para no dormir; Pasos en la oscuridad; Taller de cuentos; 12 caricias; 13 muertes sin piedad; Ángel de nieve; Ulises en la isla de Wight; Crímenes callejeros; El oasis de los miedos; Letras para el camino, El mar, la mar, Relatos Velezanos V son algunas antologías donde aparecen sus relatos. Colabora en Candil Radio con los programas “La mirada del delfín viajero” y “Letras de Esparto”. En radio UAL dirige y presenta el programa de entrevistas Radio Ecocampus. También ha hecho sus pinitos en el mundo del cortometraje con El hombre y la flor. Otra oportunidad y su guión “Residuos” fue el ganador del I Concurso de guiones para cortometrajes “Carboneras Literaria”. Socio fundador de la Asociación Literaria y Cultural Letras de Esparto.