Nunca esperé que Vox tuviese el más mínimo sentido de la humanidad o la solidaridad, y tampoco nada en ellos muestra que la caridad sea uno de los valores que les distingan, por muy hijos de la “civilización cristiana” que se reivindiquen.
Es así, que rechazan que la Junta de Andalucía destine dinero a dotar de agua y electricidad los asentamientos de inmigrantes ilegales de Almería, cuando el objetivo de la medida no es otro que éstas personas puedan tener una mínima higiene que evite la propagación indiscriminada del coronavirus.
No habría de sorprendernos esa actitud, cuando claman ante el riesgo que supone para los almerienses la llegada de una patera de irregulares con media docena de infectados, y no dudan en calificarlos de “foco de contagio”, justo en un momento en que la provincia ya superaba los 400 almerienses con COVID19. Objetivamente, más posibilidades tiene de coger la enfermedad quien llega en patera a nuestras costas, que al revés.
Además, no tienen problema en denunciar un día a las instituciones de gastar millonadas de euros en atender sanitariamente a los inmigrantes, y a otro día por no controlar las condiciones sanitarias de esas mismas personas a las que acusan de poner nuestra salud en peligro.
Ahora el Gobierno andaluz, con la presión de la ultraderecha, reduce el dinero destinado a los centros de acogida de menores no acompañados, y no caen en lo que eso va a suponer. Serán decenas de adolescentes callejeando, buscándose la vida, sin un lugar donde dormir, comer, o estudiar, y con mucho tiempo libre para malograrse. Igual ese es el fin, que su vagabundeo inquiete a la ciudadanía, creando un problema donde no existe, y pescar en el río revuelto cuyas aguas agitan.
Además, en la actual situación de pandemia, dejar a estos menores sin ningún control es un riesgo que no nos podemos permitir como sociedad.
Sí, se les podría enviar a sus países de origen, es cierto… ¡cómo no se le había ocurrido a nadie esto antes! ¡menos mal que ha llegado Vox a decir las cosas claras!
Vaya, el caso es que eso es lo que dice la ley que ha de hacerse, pero no de ahora, desde hace muchos años, el problema es que no es fácil saber la nacionalidad real de quien llega en una patera, y en caso de conocerla, no basta con montarlo en un avión, ya que el país de origen debe reconocerlo como nacional suyo, y aceptarlo. ¿Y si no sabemos de qué país son, o dicho país no los reconoce, qué hacemos…? ¿tal vez como hacían las dictaduras chilena y argentina, que arrojaban a los opositores al mar desde una aeronave? ¿o creen que ante la inmigración irregular hay que aplicar una solución final… como acuñó Hitler en su momento?
Fortalecer las fronteras estatales para que no lleguen pateras y destruir el lucrativo negocio de los traficantes de personas, no es incompatible con salvar las vidas de quienes están a merced de los temporales en el Mediterráneo; negociar vías de devolución a sus lugares de origen debería ser complementario a atenderles humanitariamente, porque en la mayoría de los casos, es un gesto de egoísmo y autodefensa como sociedad.
Menos mal que siempre nos quedan los buenos patriotas, que esos sí que pueden saltarse las leyes, que para eso son españoles, y pueden vulnerar las exigencias del confinamiento para manifestarse contra el Gobierno socialpodemita, porque ellos lo hacen por España, todo por España. El problema es que esa España es tan pequeña, que solo caben ellos.
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