El debate para la prórroga por sexta vez del Decreto de Estado de Alarma para hacer frente al COVID19, dejó el claro mensaje de que es absolutamente innecesario, tanto para quienes lo respaldan, como para quienes votan en contra, según escuchamos sus argumentos.
El presidente Pedro Sánchez se mostraba sorprendido por que el Partido Popular de Pablo Casado votase en contra por segunda vez, tras haberlo hecho a favor en las dos primeras, y lo consideraba casi como una contradicción, cuando precisamente es todo lo contrario. Es muy fácil de entender, y es que antes era imprescindible, y ahora no.
El brillante discurso de Casado, dando un repaso a lo mejorcito del tormentoso gobierno socialpodemita, obvió los motivos por los que no es necesario mantener el Estado de Alarma y sus alternativas, lo que puede disculparse porque ya lo hizo hace dos semanas cuando votó no, y hace un mes cuando se abstuvo.
Pero mientras el líder del PP prefiere una oratoria más cuidada, aunque no enrevesada, Santiago Abascal disfruta tirándose al barro, convencido de que hablar como lo hace le generará votos, y no discuto que así sea, pero al final entre el bolivarianismo, el comunismo y el terrorismo, se le va el tiempo, aunque solo sea para explicar si en el fondo no es lo mismo el sueldo para todos que él predica que la “paguica”, o los ERTE, o el subsidio de desempleo… ah… que la “paguica” puede ir a inmigrantes ilegales que lleguen en patera ¿y si éstos no votan, para qué quieren comprarles el voto?
El portavoz de Unidas Podemos, que por fortuna para el intelecto no es Pablo Echenique sino Jaume Asens, dedicó su tiempo a defender a su jefe, Pablo Iglesias, el hijo terrorista del FRAP que diría Cayetana Álvarez de Toledo, y se olvidó de a qué se había subido a la tribuna.
Quien no se olvidó a qué iba fue Gabriel Rufián (ERC), aunque a lo que iba no era a lo que tenía que ir, y es que tenía complicado razonar por qué habían cambiado su negativa reiterada por la abstención, es decir, habían reducido su nivel de rechazo al Estado de Alarma tratándose de una prórroga que suma dos semanas más. Como eso no tenía ningún sentido, pues de dedicó a hacer campaña electoral mirando a Cataluña, mirando al PdCat a los ojos, sentándolos con la corrupción pujolista que invistió a José María Aznar (PP).
Eso sí, Rufián quiso dejar claro que su abstención estaba vinculada directamente a la reunión de la mesa de partidos para el referéndum de independencia, y cuando llegó el turno de Ciudadanos, su portavoz, Edmundo Bal, criticó que allí cada cual viniera a hablar de lo suyo pero no se abordara lo que cada cual opina sobre el Estado de Alarma, sino que se esté utilizando este tema para negociar otras cosas. Pues eso, que a pesar de no ser Ciudadanos necesarios para ese objetivo, habiendo sido engañados hace dos semanas, y cuando ante él volvía a comprobar que Sánchez ha negociado con todos, de todo, no le importa hacer de tonto útil para vestir de cierta dignidad el bloque que permite –con el sí o la abstención- la prórroga.
El PNV y Bildu también iban a los suyo, que tienen elecciones dentro de nada, y los nacionalistas gallegos, lo mismo, y los otros también minoritarios, igual… y la impresión que da es que la mayoría no se han leído lo que van a votar, porque sencillamente les da igual, porque o están a pillar –no lo digo en tono peyorativo, me refiero a pillar para sus territorios, o su electorado- o anteponen el criterio ideológico al racional –o siempre a todo sí, o siempre a todo no-.
Lo cierto es que un espectador medio, que no tenga claro si es bueno o malo desde el punto de vista sanitario y económico mantener el Estado de Alarma, tras escuchar el debate no habría podido opinar con conocimiento de causa, y habría acabado dejándose llevar, es decir, si es de derechas diciendo no, si es de izquierdas sí o abstención, y probablemente habría acabado decidiendo sobre este asunto en función de si será de los que cobren el ingreso mínimo vital, o de si está entre quienes lo van a sufragar con sus impuestos y se le irá en ello la pensión.