El tarot telefónico ha sufrido un boom en los últimos años, pero Mar Salom, Elena Saura y Alicia Estrada tienen algo que decirte sin preámbulos ni paños calientes: no todas las videntes que se anuncian son verdaderas. Es más, la mayoría no lo son.
No todo el mundo gestiona las dudas ante el futuro de la misma manera. Hay personas que no pueden evitar anticiparse y sentir miedo, lo que puede provocar un problema a corto plazo. Y lo peor no es anticipar si eso implica planear e intentar estar preparados para lo que pueda venir, lo peor es anteponer solo lo negativo: genera ansiedad y no soluciona nada.
Intentando mermar esas sensaciones, son muchas las personas que recurren a las videntes y al tarot, una práctica que la humanidad realiza desde tiempos inmemoriales. Las palabras reconfortan porque arrojan luz, incluso sin estar escuchando aquello que queremos. Y con independencia de cuántas de las predicciones dadas se cumplan luego.
Saber qué puede pasar genera calma, aunque es obvio que de un vidente se espera también un nivel de acierto que se pueda constatar a corto, medio e incluso largo plazo.
La respuesta está en Vidente.com
Detrás de vidente.com están las tres amigas que mencionábamos al principio: Mar Salom, Elena Saura y Alicia Estrada. Todas ellas se definen como videntes de nacimiento y aseguran tener varios años de experiencia a sus espaldas.
Su proyecto común nace como consecuencia del hartazgo y desencanto que experimentaron tras su contacto con los call centers y los gabinetes, que han podido conocer de cerca. Lo que hay detrás, aseguran, no son videntes: son teleoperadoras con un discurso preparado y dispuestas a decir lo que la otra persona quiere oír.
Lo cierto es que el modus operandi ha cambiado a lo largo de la historia. Tenemos la imagen de un o una vidente esperando visitas en casas, cabañas o tiendas envueltas en un halo de misterio y llenas de trastos en un lugar alejado del núcleo urbano. Así lo hemos visto en series como “Vikingos” o “Juego de tronos”.
Sin tener que recurrir a la ficción, las abuelas videntes de estas nuevas generaciones trabajaban en casa, en una camilla en la que también se sentaba el cliente que quería conocer su destino. Era una ambiente íntimo y familiar.
El sector ha pasado de eso a una nave con 50 o 60 teleoperadoras trabajando apiñadas, según explica Alicia Estrada. “En mi humilde opinión, una vidente de verdad no trabaja ahí”, asegura. Según su experiencia, quien realmente tiene el don y puede predecir no se presta a estar en esas condiciones.
Silva Santolaria, nacida entre videntes
Silvia Santolaria también desecha por completo la idea del gabinete. Lleva 20 años en una ocupación que aprendió de su madre y de su abuela, y considera que es fundamental labrarse una buena reputación.
Ella nació se crió en un ambiente único en el que la clarividencia formaba parte de la rutina. Los clientes entraban y salían de su casa de forma constante, y guarda recuerdos del olor a aceites esenciales y la imagen de las cartas del tarot como sostén de sus vidas.
Tiene la misma idea de los gabinetes: teleoperadores situados en pequeñas cabinas, muy próximos los unos a los otros y atendiendo llamadas que entran de manera incesante con la única intención de ganar más y más dinero.
“En estos gabinetes es imposible trabajar bien”, considera la vidente. Cree que el ruido es excesivo y no hay ni intimidad ni espacio suficiente para conectar con la otra persona y activar la visión. “Es muy posible que ninguno de sus empleados tenga el don de la clarividencia”.
Entonces, ¿qué son? Tanto Santolaria como las amigas de Vidente.com lo tienen claro: no son más que charlatanes que indagan en la vida de las personas para tenerlas al teléfono tanto como sea posible y hacer que gasten grandes sumas de dinero.
Candela Ferrer, la cuarta generación de videntes
Su bisabuela, su abuela, su madre y ahora ella. Candela Ferrer tiene claro que ser vidente es algo con lo que se nace, y para llegar a ser buena hay que perfeccionar ese don de nacimiento.
Lo habitual es que las videntes obtengan formación en el seno familiar, que sean las mujeres de la familia las que las guían en el dominio de las mancias y aleccionen sobre el tratamiento que deben dispensar al cliente. Y es que habitualmente llegan en una situación vulnerable.
Ella ofrece una solución contraria a eso de mantener al cliente al teléfono con idea de sacarle cuanto más dinero mejor: la videncia sin preguntas. “Solo quiero ayudarte, no sacarte información ni que pierdas el tiempo”, dice la vidente nacida en Sevilla pero afincada en Madrid.
Todas ellas perciben el teléfono como una herramienta con la que llegar a más personas. Tanto este como las nuevas tecnologías han cambiado mucho la vida de las videntes, pero también han abierto la puerta a los charlatantes y estafadores. Hay que ir con pies de plomo.