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La culpa (casi toda) es de ellos

Por Rafael M. Martos
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lunes 18 de enero de 2021, 09:32h

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Me gustaría tener la capacidad literaria de Emile Zola para escribir y publicar a toda plana un manifiesto como el que dedicó al “caso Dreyfus” en L’Aurore bajo el histórico titular “Yo acuso”, que encabezaba su carta al presidente de la República francesa Felix Faure.

Pero no, y créanme que lo lamento, porque lo que estamos sufriendo con esta pandemia merece que no demoremos más la identificación de los culpables de miles de muertes todavía no cuantificadas, y de la destrucción de nuestra economía, con todo lo que ello lleva aparejado. A ver si expuestos a la vergüenza pública, se marchan en un gesto de última dignidad.

Y es que no puede ser que la culpa, o lo que es lo mismo, la responsabilidad de esta catástrofe, sea algo que se diluya entre todos, que es la mejor manera de que al final, no corresponda a nadie concreto.

El primer culpable de todos estos muertos tiene nombre y apellidos, carece de un doctorado pero todo el mundo le llama doctor Fernando Simón. Él es la persona a quien se encargó coordinar todo lo relacionado con el coronavirus, y es increíble que haya errado en todos y cada uno de sus vaticinios, y que todos y cada uno de sus consejos haya resultado contraproducente.

Tener como augur científico, a un inútil, un incapaz, un personaje de sobrada insolvencia científica es lo que ha hecho el gobierno que preside Pedro Sánchez y del que Pablo Iglesias es vicepresidente. No destituirle después del primer error fue grave, pero no hacerlo después del cúmulo de despropósitos que arrastra, es, sencillamente, intolerable. Si quien tiene que tomar las decisiones políticas, está mal asesorado, es normal que sus decisiones serán erráticas y erróneas, pero si mantiene en el cargo a sabiendas a quien le asesora, debe constituir alguna forma de prevaricación aún no tipificada en el Código Penal.

Así, la desescalada descontrolada porque se politizó el proceso, solo contribuyó a tirar por la borda todos los esfuerzos humanos y económicos realizados durante aquellos meses. Tanto esfuerzo no sirvió para nada, y aquí tampoco cabe ocultar la responsabilidad de quienes alentaron el desmadre desconfinador.

Si dice el refrán que el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra, lo de este gobierno no tiene género vital, porque tras la primera ola vino la segunda, y ya estamos en la tercera. Y los errores siguen siendo exactamente los mismos.

Es inaudito que el Gobierno central ceda las competencias para gestionar la pandemia a las comunidades autónomas, pero a la vez les limite la capacidad de decisión. No pueden establecer confinamientos domiciliarios, y no pueden variar el toque de queda, entre otras cuestiones.

Lo que no tiene sentido es que, sabiendo que el 60% de los contagios se venían produciendo en el ámbito familiar, se abriera la mano justo en las fiestas navideñas, con el resultado de que ahora superan el 80%.

¿De verdad que no va a pagar nadie por la estéril discusión del número de comensales en las cenas navideñas? ¿nadie va a pagar por abrir los municipios, las provincias y las comunidades? ¿nadie va a pagar por haber ampliado el toque de queda?

¿De verdad que a ningún político se le cae la cara de vergüenza cuando han hecho justo lo contrario de lo que pedían los epidemiólogos, los sanitarios, y el sentido común, y ahora reconocen que la tercera ola es consecuencia de las fiestas navideñas?

¿De verdad que a estas alturas de la pandemia, la solución que se les ocurre es la misma que hace un año, el confinamiento domiciliario total? ¿no podría restringirse ese confinamiento exclusivamente a los fines de semana, que unido a un toque de queda más amplio, reduciría la movilidad y el contacto social muchísimo, sin tener que parar la actividad económica al cien por cien?

La culpa, casi toda, es de ellos, que aún mantienen medidas tan absurdas como que los universitarios den clase on line, y los niños las tengan presenciales.

Sí, la culpa, casi toda, es de ellos, por estar mal asesorados y no cambiar de asesores, por quitar medidas eficaces e implantar otras ineficaces, y también por querer repartir equitativamente una responsabilidad que tiene nombres y apellidos, y son los suyos, que son quienes validan la información y quienes ponen las normas que los demás cumplimos en la inmensa mayoría de los casos. Si la información que nos dan no es buena, y las normas no son buenas, la culpa solo puede ser suya.

¡Que cada palo aguante su vela!

Rafael M. Martos

Editor de Noticias de Almería

Periodista. Autor de "No les va a gustar", "Palomares en los papeles secretos EEUU", "Bandera de la infamia", "Más allá del cementerio azul", "Covid19: Diario del confinamiento" y "Por Andalucía Libre: La postverdad construida sobre la lucha por la autonomía andaluza". Y también de las novelas "Todo por la patria", "Una bala en el faro" y "El río que mueve Andorra"