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La maldición del centro

Por Rafael M. Martos
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miércoles 17 de marzo de 2021, 11:53h

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El centro político parece maldito, y quienes han querido abanderarlo históricamente han acabado como el Rey Midas, quien gozó de la bendición de convertir en oro todo lo que tocaba, hasta que quiso comer, o acariciar a los suyos, y la comida, y su familia y amigos, tornaron en metal amarillo, y la bendición en maldición.

Pocos pueden dudar del papel esencial que tuvo para la recuperación de la democracia en España, Adolfo Suárez, quien fuera jefe nacional de Falange Española, heredero directo del franquismo, pero que legalizó el Partido Comunista de España (con la oposición de los socialistas de Felipe González), y pilotó la transición desde la dictadura. Su Unión de Centro Democrático acabó laminada por el pujante PSOE, cuyo vicesecretario general, Alfonso Guerra, le dedicaba epítetos tales como “tahúr del Missippi” los días que estaba bajo de imaginación, pero a su derecha no eran menos las descalificaciones.

Hoy, a derecha e izquierda, reconocen su valía y su papel, pero a Suárez no solo se le hundió la UCD, luego quiso revivir con el Centro Democrático y Social (CDS), pero ni por esas.

La militancia y cuadros de la UCD acabaron engrosando las filas socialistas y también las de la Coalición Popular, que más tarde devino en Partido Popular.

Desde entonces, el centro político, oficialmente no existía, ya que unos se definían como centro derecha y otros como centro izquierda, pero ningún partido se situaba a sí mismo en el centro de la balanza política hasta que llegó Ciudadanos.

El problema con el centro político es que no sabes nunca qué va a hacer, y eso cabrea tanto a unos como a otros. Y así, fue Ciudadanos quien sostuvo a Susana Díaz a pesar de que ella logró el peor resultado en la historia del PSOE-A, a pesar de los casos de corrupción que arrastraba su administración autonómica y que de ninguna manera podía enmendarse castigando a sus padrinos, José Antonio Griñán y Manuel Chaves, que eran solo la parte visible de iceberg putrefacto de casi 40 años de poder omnímodo en Andalucía.

Pero fue Ciudadanos, en concreto Albert Rivera, quien negó tajantemente que fuese a apoyar a Pedro Sánchez (PSOE) o a Mariano Rajoy (PP) para una investidura, y acabó firmando con los dos.

También es Ciudadanos quien habló de eliminar las diputaciones, pero cuando llegó a ellas lo olvidó, o quien habló de recentralizar educación o sanidad, hasta que entró en gobiernos autonómicos con esas competencias. Y eso por no entrar en sus cambios de rumbo cuando se trata de temas como la lucha contra la violencia machista, o los vientres de alquiler, por indicar solo unos ejemplos.

Y luego están otras cuestiones, que podríamos aglutinar en el ámbito de la moral por un lado, y de la economía por otro. Así, quienes comparten el progresismo de Ciudadanos en ciertos asuntos más propios de la izquierda, rechazan sus planteamientos económicos, y viceversa.

Eso sí, en lo que nunca ha sido tibio ni cambiante, es en su nacionalismo español y su antinacionalismo periférico, pero claro, en eso ya estaba el PP, que tiene una mayor y mejor implantación territorial, e incluso Vox, que adolece de lo anterior pero es mucho más radical. Precisamente por eso votantes de Ciudadanos trasvasan directamente a Vox, como se ha visto en Cataluña.

Aunque pueda parecer esto una crítica a Ciudadanos, no lo es. Es solo una reflexión sobre lo difícil que resultar reclamarse de centro, cuando en tu ideario te defines como “socialdemócrata” y cuatro días después como “liberal”.

Pero lo peor de todo en política es que tus electores –con razón o sin ella- se sientan traicionados, y la otra es que tus compañeros de viaje –con razón o sin ella- se sientan traicionados.

Votar a un partido sin saber con quién pactará, y que además, a mitad de la legislatura, cambie de socio, no es, desde luego, algo que genere confianza en el electorado. Por eso, para Ciudadanos, confirmar que seguirá en el Gobierno andaluz, es positivo especialmente para ellos… al margen de la estabilidad que eso supone para nuestras instituciones en unos momentos como estos; mientras que sus devaneos en la Comunidad de Madrid –ese runrún de la moción de censura entre Ciudadanos y PSOE empezó desde el primer día, y ha sido el detonante del adelanto electoral- lo acabarán haciendo desaparecer, como en Murcia… donde no tardó ni un minuto en presentarse Vox para aglutinar el voto de los desengañados de Ciudadanos, que no irán ni al PP ni al PSOE.

Rafael M. Martos

Editor de Noticias de Almería

Periodista. Autor de "No les va a gustar", "Palomares en los papeles secretos EEUU", "Bandera de la infamia", "Más allá del cementerio azul", "Covid19: Diario del confinamiento" y "Por Andalucía Libre: La postverdad construida sobre la lucha por la autonomía andaluza". Y también de las novelas "Todo por la patria", "Una bala en el faro" y "El río que mueve Andorra"