Si hay un denominador común en las valoraciones que han llevado a cabo los partidos de la izquierda sobre su debacle y el tifón Ayuso en las elecciones de Madrid es esa eterna mezcla que siempre presentan entre falta total y absoluta de vergüenza y rotunda desconexión con la realidad.
Tanto Unidas Pirrakas, nueva denominación del ya antiguo partido del Coletavirus, como el que será efímero experimento Más Madrid y el cada día más casposo PSOE ha coincidido en volver a faltar al respeto a la ciudadanía con unas conclusiones absolutamente ridículas, huérfanas de autocrítica, alejadas de la realidad y caracterizadas básicamente por la más completa desvergüenza.
En la que más desapercibidas han pasado estas características de su discurso ha sido en Mónica García, esa señora elevada a nueva reina de la fiesta por el mero hecho de que sus oponentes en el segmento izquierdista han hecho el más soberano de los ridículos. La pistolera, una señora que va de médico cuando no es más que una sindicalista que se ha dedicado permanentemente a provocar problemas en el ámbito sanitario para crecer políticamente, tuvo el cuajo de sacar pecho como gran triunfadora y aglutinadora de la izquierda, cuando lo único que ha hecho ha sido recoger los despojos de dos partidos desgastados por una nefasta acción de gobierno nacional, con dos candidatos fabricados inexorablemente para perder, uno por su nulo tirón político y otro porque el odio que ha generado ha provocado que ya casi nadie le crea. La de Más Madrid es una candidata incapaz de ver que su pequeño éxito de ser el mejor de los perdedores es efímero y consecuencia únicamente de los errores ajenos.
No menos desvergonzadas y desconectadas con la realidad han sido las manifestaciones de la vicepresidenta del gobierno, Carmen Calva, de la que anoche Luis Del Pino decía que está gagá, lo cual no la aleja mucho del candidato de su partido. La Calva manifestó que el PP ha ganado por una campaña basada en hablar de los ex y en el envío de abrelatas de mejillones y lo dice porque como decía ayer mi admirado Miguel Romero, hay gente que no entiende la diferencia entre fascismo y liberalismo; suele ser la misma gente que confunde democracia con que gobiernen los suyos. Para esta fascista de izquierdas, sólo sus ideas son válidas; curiosamente, las mismas ideas que han llevado a la ruina a España dos veces en este período democrático, una vez en la Segunda República y una más de la que va camino hoy por hoy.
Capítulo aparte, más de desvergüenza que de desconexión social, merecen las manifestaciones del Coletavirus y de su compañero, el delincuente Monedero, que empata con Rufián en cuanto a la idoneidad de su apellido. El primero calificó de tragedia para la democracia la victoria de Ayuso; el segundo, ha caricaturizado de tontos a los votantes que la han posibilitado. Resulta curiosa la fe que dos tipos que han protagonizado directa e indirectamente, respectivamente, la etapa más nefasta de la actual democracia y su intrepidez a la hora de descalificar a quienes trabajan, luchan y creen en la libertad, la verdad, la democracia y los derechos individuales.