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El problema no era el entrenador

Por Rafael M. Martos
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domingo 11 de julio de 2021, 18:08h

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Por la mente de Iván Redondo debieron pasar muchas escenas de la serie “El ala oeste (de la Casa Blanca)” cuando aceptó ser el director de Gabinete de Pedro Sánchez. Él ya había trabajado con excelentes resultados para el Partido Popular, contratado por Xavier García Albiol en Badalona, y por José Luis Monago en Extremadura, pero La Moncloa era otra cosa.

Lo que no calculó Redondo, es que cualquier parecido con la icónica producción televisiva se limitaría al uso de algunas frases en las intervenciones de Sánchez y sus ministros, porque por lo demás, no puede haber similitudes entre el ficticio presidente norteamericano, John Barlet, premio Nobel en Economía, y Pedro Sánchez… a quienes algunos llaman “Doctor Cum Fraude”.

Sánchez ha hecho una profunda remodelación en su Gobierno, pero no ha querido responder sobre los motivos, y por eso ha evitado dar una rueda de prensa, limitándose a exponer sus argumentos, pero sin dejar que los periodistas ahonden, no vaya a ser que descubran que más allá del cambio de caras, de reducir la edad media del Ejecutivo, o aumentar el número de mujeres (falta la cuota trans, aunque igual eso lo deja en manos de Unidas Podemos), no hay nada.

El presidente se ha quitado de encima a un gran profesional de la estrategia política como es Redondo, y lo ha sustituido por un político profesional, Óscar López. Con ese movimiento algunos interpretan –porque sin preguntas y respuestas solo caben interpretaciones- que castiga los malos resultados de Madrid, pero habría que saber si el cambio de rumbo que les hundió fue cosa del ahora despedido, o no. También dicen que había gente en el partido molesta con el poder de Redondo, pero eso no debía ser sorpresa, porque también en el PP estuvieron molestos con él por lo mismo –ganaba más que Mariano Rajoy cuando trabajó para Génova-, pero es que es lo que tienen quienes “solo” son profesionales, que generan celos, porque los hooligans no son capaces de asumir que quien mejor ve el partido es quien apuesta por quien cree que va a ganar, no por quien le gustaría que ganase.

Sánchez ha reconocido en esta remodelación su inoperancia, porque se ha hecho una enmienda a la totalidad a sí mismo. Se ha quitado de en medio su estratega, a quien ni tan siquiera ha agradecido su trabajo, pero además, expulsa del Gobierno a su número dos, la vicepresidenta Primera, Carmen Calvo, y expulsa a su número dos del partido, José Luis Ábalos.

Es decir, expulsa a las tres personas que –si se me permite la figuración- eran sus manos derechas, y lo hace con poca mano izquierda.

Cabe preguntarse qué sentido tiene cambiar a la ministra de Educación sin que se haya desarrollado el nuevo protocolo covid-19 para el curso 21-22 (es gracioso que diga que la nueva es “docente” cuando no ha dado una clase en su vida, y que ella también sea de las que apuestan por la enseñanza pública pero prefieren escolarizar a sus hijos en la privada), o que se cambie al ministro de Justicia sin haber cerrado los nombramientos pendientes en CGPJ, o que se cambie a la de Exteriores cuando la tensión con Marruecos parte –por centrarnos en esta Legislatura- responde a las descortesía del propio presidente, o trasladar a Iceta, que como catalán era la persona idónea –lo dijo Sánchez- para dialogar con la Generalitat…

En Twitter, el compañero Jose Fernández, subía dos titulares que tenían una diferencia de dos días entre ellos, y que demuestran de qué va todo esto. En uno –8 de julio- Sánchez aseguraba que su prioridad no era modificar el Gobierno, y en el siguiente -10 de julio- presentaba “el Gobierno de la recuperación”. Como cuando dijo que no dormiría con Iglesias en su Gobierno, que no pactaría con Bildu ni ERC, que no indultaría a los políticos del “process”… sí igual que cuando dijo que el Ingreso Mínimo Vital no sería el que pedía Unidas Podemos, o cuando aseguraba que la Ley Trans no sería de la de Unidas Podemos…

Pero lo peor no es esto, lo peor es que ministros como Alberto Garzón, o como ese señor de Universidades de cuyo nombre no me quiero ni acordar –él tampoco debe querer, porque se deja ver poco y con cara de sueño- siguen ahí, como Irene Montero y esas pamplinas de inculta venida a más que nos cuestan millones de euros, o Ione Belarra, que ni tan siquiera calladita demostraría un buen nivel intelectual. Y qué decir de Yolanda Díaz, a la que ya le echado las redes a ver si pica.

Rafael M. Martos

Editor de Noticias de Almería

Periodista. Autor de "No les va a gustar", "Palomares en los papeles secretos EEUU", "Bandera de la infamia", "Más allá del cementerio azul", "Covid19: Diario del confinamiento" y "Por Andalucía Libre: La postverdad construida sobre la lucha por la autonomía andaluza". Y también de las novelas "Todo por la patria", "Una bala en el faro" y "El río que mueve Andorra"