Una vez que la militancia socialista elige en primarias a sus secretarios generales, la verdad, los congresos pierden mucho interés desde el punto de vista informativo porque, como se suele decir, todo el pescado está vendido, así quién más brilla en ellos no es el ganador, sino los invitados… lo vimos hace unos meses en el de Comisiones Obreras, por ejemplo, donde el titular fue la intervención de la vicepresidenta del Gobierno Yolanda Díaz, y no el del reelegido Unai Sordo. El lapsus de “autoridades y autoridadas” y su bronca con su compañera Nadia Calviño fueron lo más comentado.
Así, una vez que Juan Antonio Lorenzo era el secretario general del PSOE de Almería a lo que había que estar era a ver quién venía, y qué decía. Del nuevo secretario provincial poco, casi nada, porque el protagonismo fue para Juanma Moreno.
Y vinieron Juan Espadas y María Jesús Montero, el primero secretario general del PSOE de Andalucía, y la segunda, ministra del Gobierno central de Pedro Sánchez, y exconsejera de Hacienda y de Sanidad de la Junta de Andalucía.
Esta pareja constante en los mítines congresuales andaluces está dejando cada vez más clara, más nítida, por dónde pasa la estrategia socialista, lo que no quiere decir que sea lo que vaya a suceder, porque todo es posible en política.
Las encuestas reflejan claramente que el PP de Juanma Moreno Bonilla será, con diferencia, el partido más votado en Andalucía, lo que no quiere decir que puede tener fácil gobernar. Si el objetivo de los populares de poder gobernar en solitario no se cumple, si tampoco es posible reeditar una alianza con Ciudadanos, solo les quedará Vox… y esa es el arma secreta del PSOE para que Pedro Sánchez no tenga que mudarse de casa.
Si Juanma Moreno deja entrar en su gobierno a Vox, esto, convenientemente aderezado por los medios de comunicación editorialmente opuestos por en esto confluentes, será el argumento perfecto para que Sánchez aglutine el “voto útil” de toda la izquierda, ante la “amenaza” de que Pablo Casado pudiera dejar entrar en su gobierno también a los de Santiago Abascal.
Es por eso que el PSOE da por hecho que Espadas perderá las elecciones andaluzas, porque es lo que a Sánchez le interesaría dentro de esa estrategia perversa del cuanto peor mejor, en el que a él se le pueden perdonar las alianzas con Bildu o ERC, pero al PP no un pacto Vox agitando el espantajo desde Andalucía. A más Bildu/ERC, más Vox, y a más Vox más PSOE, y solo el PP puede romper la ecuación.
Ya hay voces en el PSOE federal que aceptan como un mal menor un adelanto electoral en Andalucía, porque lejos de suponer un golpe para Sánchez, sería un revulsivo a su favor. Sánchez, está claro, ha sacrificado a Espadas y ya juega con la suplente, María Jesús Montero, que es en quien confía como recambio cuando el actual candidato a presidir la Junta de Andalucía se estrelle.
Y sin duda la elección es buena, porque solo alguien como ella es capaz arrancar aplausos cuando anuncia que les subirá los impuestos a quienes tiene delante, como cuando dijo que solucionaría lo la plusvalía en un cuarto de hora; solo ella es capaz de tener médicos contratados a razón de una hora al mes en el Hospital de Poniente y negarlo con desparpajo, y solo ella es capaz de exhibir sin rubor su desprecio por la contabilidad pública con aquellos miles de millones que se ponían y se quitaban a capricho de los Presupuestos Generales del Estado, según explicaba a una periodista a la que llamaba “Chiqui”, algo que solo a ella se le perdona, jamás a alguien del PP.
A la que algunos llaman desde entonces “chiqui-ministra”, el “mister” ya la ha puesto a calentar en la banda.