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Papá Noël no es símbolo de identidad andaluza

lunes 03 de enero de 2022, 07:00h

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Leyenda por leyenda, la de Papá Noël no es modelo de los Reyes Magos. San Nicolás, posterior, pudiera haber existido, podría, aunque no el que en trineo, de forma atrevida, desafía la fuerza de la gravedad sin alas ni motor, mientras los magos, cuya única diferencia con el supuesto es que no eran reyes, ni magos, sino comerciantes turdetanos, por lo tanto andaluces, quienes mantenían la ancestral costumbre de viajar a Oriente Medio, entonces simplemente Siria, a llevar sus mercancías y traer de allí las que pudieran tener aquí clientela. Si Benedicto XVI no se ha equivocado, esa es otra muestra más de que los Magos de Oriente sí son parte del bagaje cultural andaluz. Aunque el gorro sea frigio, los pseudo simpáticos revolucionarios, que piden acuerdos entre partidos andalucistas después de haberse colocado al margen y creído por encima de los demás, han carecido de originalidad, oportunidad y respeto.

Blas Infante es un símbolo de Andalucía, uno de los más recientes e importantes, por todo cuanto hizo a través de su prolífica vida política, cultural y literaria, truncada por quienes no respetan la vida ni la existencia de los demás, sobre todo si sus postulados éticos no coinciden con otros tan poco estéticos. Los símbolos son símbolos, más o menos aceptados, o con mayor o menor universalidad, según los casos y otros factores. Merecen respeto por eso y porque se hacen parte esencial del imaginario colectivo a quienes representan, como parte intrínseca de su propia identidad.

Lo peor es el reconocimiento por la líder de haber faltado al respeto a la figura de quien no huyó cuando se vio frente a los fusiles. El gorro frigio, símbolo de la Revolución, en arrebato de mezquindad, edulcorado, rebajado a rosa, rosita, ha servido para intentar pescar en rio revuelto, para lo cual primero se ha revuelto el río, como también manifiesta la líder al alegrarse de que su photoshop haya creado polémica, porque ello les beneficia. Despreciable actitud pese a la leve disculpa posterior, limitada a recalcar un comprobado sentimiento de superioridad. El gorro frigio no ha comparado a Blas Infante con la revolución francesa, ni esa ha sido la intención, mucho más enrevesada y rebuscada, de emparentarlo con el gordo repartidor de juguetes en Navidad para adelantarse a los Reyes Magos como quienes han diseñado el absurdo han querido adelantarse a todos los andalucistas formando revuelo.

Lo han obtenido. Han conseguido alcanzar la publicidad gratuita buscada. De lo que no se puede estar tan seguros es de la legitimidad, del buen gusto y de la honradez con la farsa y el choteo. Si se reconocen en la obra de Infante, como dicen en dudosa disculpa, la imagen no es desenfadada pero sí irrespetuosa. Sí es cierto que “un santo triste es un triste santo” pero a nadie, en ningún colectivo del mundo, se le ocurre dar una imagen tan “moelna” y “desenfadada” de ninguno de sus símbolos propios, que puedan servir para la tergiversación y el choteo. Después de todo, el sentido de la imagen ayuda muchísimo a comprender el “respeto” de la organización política a los símbolos andaluces y su intencionalidad ya añeja de superioridad y exclusivismo, como si acabaran de descubrir el andalucismo. Es posible que sí, que lo hayan descubierto ahora, tarde, por cierto. Eso es parte de su problema: han llegado tarde. Ellos lo han descubierto tarde; el andalucismo lleva seis mil años descubierto, si no más.

Aceptable sería el ofrecimiento de acuerdos entre organizaciones andalucistas, si fuera sincero, algo pendiente de demostrarse, después de su comportamiento cuando se creyeron poseedores de varios sillones en el Parlamento andaluz, faltos de continuidad porque no habían querido ni sabido prever la necesidad de corroborarlo en Madrid, de dónde parten todos los caminos y todas las órdenes, para cerrar las salidas a Andalucía. Nos atenemos a hechos y de promesas huecas ya estamos cansados. Ojalá tuviéramos que rectificar en lo que a esto se refiere.

Sería imposible consensuar acuerdos con quien todavía se cree la élite y todavía capaz de imponer condiciones. Porque no se trata de mirar e interpretar a Blas Infante “desde diferentes prismas”, sino de mirarlo como lo que es: alguien quien sin buscar protagonismos dedicó su vida a pelear por la recuperación y la redención de Andalucía. Su estética era la que era y, como la de cualquier persona, sólo admitiría caricatura si hubiera sido un personaje de la farándula o la política parlamentaria, que tanto tienen en común. Blas Infante era un hombre serio, lo que hizo y lo que nos puede sugerir, es serio. No triste (que también, por su final) pero serio. Muy serio. Muy poco serio es manipular a alguien porque lo ve “de una exclusiva forma determinada”, menos aún que la visión de esos “interpretadores”, represente una figura pública de forma caricaturizada. Será siempre una interpretación personal, ajena a la realidad y por lo tanto interesada, no admisible precisamente porque la figura, en este caso Blas Infante, nos pertenece a todos.

Rafael Sanmartín

Estudió Filosofía y Marketing y es especialista en Historia. Ha trabajado en prensa, radio y TV. Obtuvo el premio 'Temas' de relato corto por El Puente (1988), así como el '28-F' (2001), por La serie La Andalucía de la Transición, emitida por Canal Sur Televisión. De su producción literaria cabe destacar: El País que Nunca Existió (1977), El Color del Cristal, novela (2001), La Importancia de un Hombre Normal, que narra la biografía de Blas Infante, (2003), Historia de Andalucía Para Jóvenes (2005), Grandes Infamias (2006) y De Aquellos Polvos... La Autonomía y sus orígenes históricos (2011) Para el autor "la Historia es el espejo donde podemos vernos y conocernos, aunque, como está escrita por los vencedores, debe analizarse con espíritu crítico para poder interpretarla".