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La rosa y el cortijo

Por Jose Fernández
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martes 25 de enero de 2022, 12:37h

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Todos tenemos guardada en el altillo de algún armario una caja o bolsa con los adornos y apechusques domésticos propios de la Navidad: bolas de colores, guirnaldas y estrellas, algunas piezas de ese belén paulatinamente desmembrado y muchas más cosas cuya simple colocación en algún lugar visible de la casa confiere automáticamente un ambiente inconfundible de celebración y alegría. Con el discurso ecoprogresista almeriense pasa algo parecido. Son muchos los que guardan en algún rincón de su memoria una colección de mantras y mensajes que, una vez desplegados o esparcidos en la conversación o en la producción diaria de las redes sociales, otorgan al que los emplea un indiscutible halo de solidez moral y apego natural a la justicia: ‘El Parque no se toca’, ‘No enladrilléis mi playa’, ‘Salvemos tal ensenada’, etcétera. En caso de no tener nada de esto a mano, bastará con decir ‘Fuera fascistas de nuestra costa’, que viene a ser como tener un arbolito desplegable y con las bolas ya pegadas a las ramas: una tacita de ecologismo soluble e instantáneo para comenzar la mañana.
Lo digo porque vuelve a asomar por las redes y la prensa local -que avanza decidida a convertirse en un arrabal de las pantallas- el debate sobre el presunto hotel de Genoveses, presentado ante la afición como una especie de empirestate benidórmico, cuando en realidad se trata de la rehabilitación plana de una vieja cortijada situada a buena distancia de la orilla. Pero como el ecologismo necesita de dotar su mensaje de una carga dramática, se construye en torno al proyecto una bien poblada urbanización de lugares comunes: que si el rompeolas amenazado, que si la belleza del salvajismo, que si la avaricia ladrillera de los opulentos, etcétera. Y bueno, uno entendería que la negativa de los negacionistas del turismo de calidad se alzase sobre la razón poética del famoso verso de Juan Ramón: ‘No le toques ya más, que así es la rosa’, pero creo que aquí hay más de inercia a oponerse a cualquier actuación que de reflexión sosegada y razonable.
Nada tengo que ver en la operación de reforma de ese cortijo para convertirlo en una serie de alojamientos hoteleros de calidad, pero como residente veraniego en la zona me permito señalar que el Parque Natural es como la música: si no se toca no existe. Si nadie hubiera tocado la naturaleza seguiríamos viviendo en cuevas, circunstancia poco apetecible que sólo ha sentado bien al pintoresco Pepe Ibarra o a Raquel Welch cuando se disfrazaba de prehistórica. La mayoría preferimos vivir en casas con agua corriente, luz y calefacción. La clave, y vuelvo a la música, es saber qué se toca, cómo se toca y a qué volumen se interpreta. Y si la reforma del cortijo Las Chiqueras proporciona a San José un turismo respetuoso con el entorno capaz de producir beneficio económico a los empresarios y autónomos de la zona, no alcanzo a ver las razones de la negativa a dicho proyecto, más allá de las habituales ornamentaciones del discurso ecosostenible del progresismo militante.
En este sentido, no se pierdan el número de malabarismo que va a tener que hacer el Ayuntamiento socialista de Níjar para autorizar un proyecto que cumple con todas las normativas urbanísticas y medioambientales, evitando al mismo tiempo el discurso negacionista, alarmista y profundamente desvergonzado del PSOE andaluz (han intentado presentar el proyecto como si fuera otro Algarrobico como el que ya proyectaron, autorizaron, subvencionaron y del que luego abjuraron) y sin desairar a todos los colectivos pijiprogres a los que nutre y halaga el consistorio.
Por respeto a los artistas, pido al distinguido público un poco de silencio.

Jose Fernández

Periodista.Asesor de Prensa
en el Ayuntamiento de Almería.