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Los derechos de la infancia no son un juego

Los derechos de la infancia no son un juego

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Los datos estadísticos son escalofriantes, porque sin ser España un país que pudiésemos calificar como pobre, y teniendo unos potentes servicios sociales, el Ministerio de Derechos Sociales estima que hay 2,6 millones de menores en riesgo de pobreza y exclusión social. Esta cifra supone que alrededor del 30% del total de niños y niñas que viven en nuestro país están en una situación de necesidad extrema.

Visto así, es posible pensar que los 13.000 menores a quienes asiste Aldeas Infantiles SOS son una gota de agua en el mar, pero lejos de eso, son la semilla para ir reduciendo de modo sistemático esas diferencias, ir generando procesos de integración humana de forma constante gracias a la colaboración económica directa de sus socios y donantes, cuyas aportaciones mensuales representan más del 77% de sus fondos y pueden sacar de la pobreza a miles de niños cada año. Por eso es necesario tener claro los derechos de los niños.

Derechos de los niños y las niñas

La primera Declaración de los Derechos del Niño, conocida como la Declaración de Ginebra, es de 1924, y surgió con posterioridad a la Primera Guerra Mundial, tras sensibilizarse la sociedad y los líderes políticos, de cómo había afectado este conflicto a los más pequeños. Eran víctimas de las mismas calamidades que el resto, pero la debilidad física propia de la edad era un factor determinante, y a eso había que sumar que se habían quedado sin infancia: no habían jugado nunca, habían vivido con miedo, no habían ido al colegio, no tenían padres, no había quién les protegiera…

Los Estados firmantes se comprometían a satisfacer las necesidades básicas de los menores, como los aspectos educativos, sanitarios, afectivos, pero también a promover medidas contra su explotación de todo tipo, fuese sexual, laboral o militar, a luchar contra su maltrato, o a desarrollar iniciativas para que se les escuche en aquellos procedimientos que les afectan directamente. A partir de ahí, los diferentes gobiernos en sus legislaciones han ido ampliando y concretando todo esto, pero que esté en el papel escrito no significa que se lleve a cabo, ya sea en ocasiones por falta de dinero, o por falta de sensibilidad.

Sociedad civil

De este modo se hace fundamental el papel que desempeña la sociedad civil, tanto detectando de modo independiente las carencias, como presionando a los Gobiernos para que cumplan sus acuerdos internacionales, pero también actuando sobre el terreno de forma directa.

Es verdad que los menores en España, cuando se habla de situaciones de riesgo o vulnerabilidad, no están como en otros países que viven en guerra o tienen una economía menos fuerte, pero tienen un mismo problema común, y es la pérdida de la infancia. Porque cuando hay que andar recogiendo comida de contenedores de basura a las puertas de un supermercado o un restaurante, o la vivienda familiar no es más que un par de habitaciones con humedades, sin ventilación, fría en extremo en invierno y un horno en verano, o cuando no pueden ir al colegio porque tienen que ayudar en el trabajo de los padres, o aunque vayan no pueden dedicar tiempo a hacer deberes por la misma razón, o no pueden jugar porque tienen que trabajar, o cuidar de sus hermanos, o si están enfermos no pueden comprar los medicamentos… pero también puede ser explotada su imagen en publicidad, o ser usados como arma en los conflictos entre sus progenitores… todo esto y mucho más demuestra que los derechos de la infancia no son un juego, son una exigencia moral de cualquier país, pero la ciudadanía no puede escudarse en eso para mirar hacia otro lado y esperar que los gobiernos lo solucionen, y con una aportación directa, o mediante la declaración de IRPF, o también como persona jurídica, puede ayudar y deducirse un tanto de sus impuestos, como saben los socios de Aldeas Infantiles SOS que colabora con las 8 Aldeas y numerosos programas sociales de España y también en el mantenimiento de 16 Aldeas en Latinoamérica y África.