En pocos lugares como Almería tiene sentido el inicio del himno de Andalucía cuando dice “La bandera blanca y verde / vuelve tras siglos de guerra / a decir paz y esperanza / bajo el sol de nuestra tierra”. Y no, no lo digo por el sol de nuestra tierra, que también podría ser.
Ahora que el presidente de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno, ha decretado como Día de la Bandera de Andalucía el 4 de Diciembre, en justa memoria de las manifestaciones con las que los andaluces reivindicamos nuestro derecho a la autonomía plena como la nacionalidad histórica que somos, sería del todo acertado que las autoridades almerienses, tanto el Ayuntamiento de la capital por lo que le toca, como la Diputación, y la propia representación institucional del Gobierno andaluz, reivindicaran para nuestra tierra el protagonismo que merece en el devenir histórico de la verdiblanca.
Desde hace cinco años, a la entrada de la Alcazaba de Almería, hay una placa que Podemos solicitó al Gobierno andaluz que colocara con “información histórica sobre la bandera andaluza en las visitas turísticas” por su especial vinculación con la misma, pero a pesar de su aprobación parlamentaria, el Gobierno socialista no tuvo mucha prisa y tardó año y medio en ejecutar tan sencilla petición. Pero con ser eso signo del desinterés de quienes siempre se ponen medallas andalucistas, también es signo de ignorancia de quienes lo pedían, porque en su Proposición No de Ley citaban que fue Blas Infante, Padre de la Patria Andaluza, quien estableció esa relación, y nada más alejado de la verdad.
Y es que Abu Asbag Iben Arqam, nacido en Guadix (entonces Almería) y visir de Al Mutassim, emir de la taifa de Almería, al verlo salir de la Alcazaba para dirigirse a una batalla, con montones de verdiblancas ondeando en manos de la tropa, escribió en 1051 unos versos que están considerados como la descripción más antigua de una bandera en Occidente… y era la nuestra.
“Una (bandera) verde,
que había convertido a la (blanca) mañana en su cinturón
ha desplegado hacia ti un ala de bienestar.
Con su aleteo se asemeja al corazón de los combatientes,
Cualquiera que sea la cara que presente el viento.
Y te ha asegurado la fortuna con su porte triunfante.
Considera, pues, estos buenos augurios como éxito.”
Hasta aquí todo cierto, pero en lo que Podemos se equivocaba era en la argumentación, porque no es verdad que Infante hiciese mención alguna a estos versos a esta enseña cuando en 1918 se aprobó como “bandera nacional de Andalucía” en la Asamblea de Ronda. La propuesta se justificó en la misma línea que recoge el himno, la de la paz y la esperanza, y que en el opúsculo “Andalucía desconocida” editado por la Junta Liberalista, aseguraba como “los más apropiados para representar la Empresa de la restauración de un Pueblo nunca bélico y, siempre creador de culturas originales”.
Y tras dejar clara la motivación, se apuntan algunos detalles históricos con el fin de entroncarla con la historia, mencionando como dato más antiguo que en 1198 ondeó en la Giralda de Sevilla, pero también se recuerdan como los colores de la rebelión de las mujeres de Casares ya en el siglo XX. Si bien hay otros momentos históricos en los que el verde y el blanco han sido la enseña, queda claro que en ningún momento ni Infante, ni el resto de promotores de la autonomía andaluza en el siglo pasado ni en el anterior, eligieron esos colores por su vinculación con el Islam, ni tan siquiera con lo andalusí.
La reseña que hay en el monumento más visitado de nuestra provincia, por el contrario, no menciona dos puntos que sí tienen que ver con Almería, como que en ese mismo escrito —también en otros que no vamos a detallar— se recoge que Tahir Al Horr, caballero morisco (aclarar que los moriscos eran cristianos, no musulmanes) almeriense de la Sierra de Gádor, usa esa misma bandera cuando, desde el Levante andaluz y en alianza con el Duque de Medina Sidonia desde el Poniente andaluz, se sublevan contra la tiranía castellana y el reiterado incumplimiento de sus compromisos.
El otro punto que no menciona la inscripción, es que fue en Almería precisamente, donde se desvelaron los versos de Ibn Arqam en el V Congreso de Andalucismo Histórico, arrebatando así —dicho sea con total cordialidad— la maternidad a Sevilla, porque la verdiblanca ondeó antes en Almariyya que en Isbiliya, pero demostrando una vez más la transversalidad de la identidad andaluza.
Almería, por tanto, tiene mucho que ver con la bandera de Andalucía, porque la parió, y eso debía ser motivo de orgullo, tanto, como que Nigeria, a donde llegó Yuder Pachá, un militar y explorador morisco almeriense, nacido como Diego de Guevara en Cuevas del Almanzora, y que murió en Marrakech en 1605, también tiene una verdiblanca como bandera, y que hay numerosos territorios (municipios y regiones) en Sudamérica, con nuestra misma enseña.