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Avatar y la cautividad

Por Moises Palmero Aranda
domingo 18 de diciembre de 2022, 12:48h

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Varias noticias me invitan de nuevo a ocuparme del mar, y como no quiero entrar en polémicas por las fechas en las que estamos, incluiré esta opinión en la lista de buenos deseos para los Reyes Magos.

La más reciente son las críticas que ha recibido Avatar: el sentido del agua por usar delfines en cautividad para su presentación en algunos países. Algo fuera de lugar, cuando estás vendiendo que la saga es una oda al ecologismo, al amor y a la conservación de los mares. Buscando a Nemo también lo era, y estuvo a punto de hacer desaparecer al pez payaso porque todos los niños lo querían en sus casas.

A la par, en Berlín estallaba el acuario de un hotel, derramando un millón de litros de agua y la friolera de 1.500 peces de 800 especies diferentes. Una estructura cilíndrica atravesada por un ascensor para que los visitantes tuviesen la sensación de estar en el fondo del mar. Lo único positivo es que sucedió de madrugada y no causó daños personales.

Ambas noticias unidas me llevan a plantear el gran reto a los Magos de Oriente, y es la desaparición de las instalaciones donde se mantienen en cautividad a muchos seres vivos, dícese acuarios, delfinarios, zoológicos, o cualquier otro eufemismo que utilicen para encubrir el beneficio económico, con el lustre de la educación ambiental y la ciencia para la conservación.

Cameron ha marcado el camino. Con el 3D ha conseguido mostrarnos el paraíso de la imaginada Pandora, el terrestre y el submarino, sin necesidad de capturar ni maltratar ningún ser vivo. Para muchos, no será lo mismo ver a los animales a través de una pantalla, aunque cuando los tienen delante los miran a través de su móvil para inmortalizarlos. Desde mi punto de vista puede ser una experiencia mejor, y el mensaje que lanzaremos a las generaciones futuras será diferente.

Mostrar un oso, un delfín o un simio en cautividad no es enseñar una naturaleza real. La tecnología nos puede hacer vivir la tensión de la caza de los leones que persiguen a las aterrorizadas gacelas, la felicidad de poder nadar entre tortugas marinas, la ternura de ver una loba cuidando de sus crías. Emociones, sensaciones, vivencias, que se asemejarán más a la realidad que ver animales domesticados, que por muy bien cuidados que estén, solo sobreviven a la rutina, a la desidia y al aburrimiento como pueden. Algunos morirán sin haber vivido en libertad, y sin saber para qué sirven sus afiladas garras, o los poderosos músculos de su cola, o el temible rugido con los que los dotó la naturaleza.

Por eso, usar delfines cautivos, estresados ante la falta de estímulos, de compañía, contenidos a fuerza de pasar hambre, separados de su familia, a la que probablemente sacrificarían al atraparlos, para presentar la película, era innecesario cuando dispones de una tecnología con la que pretendes cambiar la historia del cine. Al final el mensaje es el de siempre, mirad la belleza que debéis proteger, cuidar y conservar, mientras nosotros llenamos nuestros bolsillos haciendo lo contrario de lo que decimos.

Otra triste noticia, que me demuestra que este deseo va a ser difícil de conceder, ha sido el anuncio del cierre definitivo del Aula de Mar de Málaga y el Centro de Recuperación de Especies marinas Amenazadas. Un referente en la educación ambiental en los últimos 33 años en Andalucía. Proyectos a los que la pandemia los metió en la UCI, y la falta de apoyos de las instituciones, terminaron por matarlos. Lástima que la rentabilidad, y no la educación, el servicio público y el bien común, sea el factor limitante en nuestra sociedad. Por si os sirve de consuelo, vuestro trabajo, esfuerzo y constancia, fueron semilla, inspiración y senda.

Si vuestra magia, queridos Reyes, no puede contra el lobby de la cautividad, os pediría, al menos, que si alguien desea ver cetáceos, no les regaléis entradas para verlos nadar y saltar en estanques y piscinas, regaladle experiencias a bordo de embarcaciones que le lleven a navegar por el mar de Alborán, que le inviten a observar las poblaciones de delfines que saltan libres, o incluso, nadan entre las estrellas.

Por cierto, el otro día se vieron orcas en la costa de Granada, y aunque no viene a cuento, no sirva de nada, y algunos lo comparen con el “roban y salen corriendo” de Pablo Iglesias, no pagaré una entrada para ver Avatar, porque además de una oda al ecologismo, es una nueva oda americana al armamento, la fuerza militar, y justifica la violencia, y la guerra, como única manera de salvar nuestra, su, civilización. Quizás quieren decir Ucrania y no Pandora, gas y no unobtainium, y no sean 4,37 años luz lo que nos separa, sino un puñado de banderas y recibos de la luz.

Moises Palmero Aranda

Natural de El Ejido, Almería. Licenciado en Ciencias Ambientales por la Universidad de Almería. Desarrolla su trabajo en el mundo de la Educación Ambiental desde la Asociación El árbol de las piruletas, donde ha utilizado la literatura como una herramienta más de sensibilización. Es autor y narrador de cuentos infantiles, entre los que destaca El árbol de las Piruletas y Un delfín entre las estrellas (próxima publicación) Secretos en el Sendero, nueve relatos de misterio donde se mezcla literatura, senderismo y geocaching, es su primera publicación en solitario. 32 motivos para no dormir; Pasos en la oscuridad; Taller de cuentos; 12 caricias; 13 muertes sin piedad; Ángel de nieve; Ulises en la isla de Wight; Crímenes callejeros; El oasis de los miedos; Letras para el camino, El mar, la mar, Relatos Velezanos V son algunas antologías donde aparecen sus relatos. Colabora en Candil Radio con los programas “La mirada del delfín viajero” y “Letras de Esparto”. En radio UAL dirige y presenta el programa de entrevistas Radio Ecocampus. También ha hecho sus pinitos en el mundo del cortometraje con El hombre y la flor. Otra oportunidad y su guión “Residuos” fue el ganador del I Concurso de guiones para cortometrajes “Carboneras Literaria”. Socio fundador de la Asociación Literaria y Cultural Letras de Esparto.