Recuerdo aquellos años en los que la izquierda ideológica acuñaba el concepto de “cultura de izquierdas”. Eran otros tiempos. En la izquierda había militancia procedente de algunos estratos académicos o de sectores laborales que, por lo menos, se preocuparon de exhibir cierta formación, respeto, urbanidad y educación. Y recuerdo a Diego Cervantes, Salvador Fuentes, Pepe Román… entre otros que dignificaban el derecho a discrepar y a defender sus ideas con argumentos solventes y respetuosa confrontación ideológica.
Ahora la izquierda es un reducto de rebuznos, un albañal de ideología, un muladar de insultos y, sobre todo, el estandarte de la protervidad. La protervidad es el grado superlativo de la maldad. Para los más ilustrados de esta escombrera, su cualidad más relevante es la obstinación en la maldad. Y ahí están los Pablo Iglesias, Enrique Santiago, Yolanda Díaz, Irene Montero… y un interminable gineceo de inútiles, tanto para la ideología de izquierdas como para los intereses generales de la población.
La hipocresía y el postureo alcanzan niveles de máxima zafiedad en el clímax mitinero. La ministra del Gobierno de España, Irene Montero, acaba de ensalzar a la candidata comunista a la alcaldía de Valencia con los siguientes avales: “Querida Pilar, eres la alcaldesa que necesita Valencia… por sorda, bollera y feminista”. Atrás queda el lenguaje inclusivo, al que nos vemos obligados a observar escrupulosamente los “fascistas”. Es decir; usted, si no es progresista, no puede llamar ciego a un ciego; sordo a un sordo; cojo a un cojo; manco a un manco… y tonta a una tonta. Lo progresista hubiese sido llamar a Pilar deficiente sensorial auditiva, pero lo dice esta menguada que nos da lecciones de respeto y sensibilidad social en el lenguaje. Y no perdamos de vista a otra petarda que arengaba: “animar a maricones, bolleras y travelos a mover el culo, pero no solo en los cuartos oscuros, que también, sino para votar progreso, para votar Unidas Podemos". Dan asco. No es sólo la repugnancia intelectual, es la forma de transmitir lo más íntimo y fecundo de su inmundicia.
El candidato almeriense de la formación que enarbola estos estercoleros, Alejandro Lorenzo, ya apuntaba maneras cuando se dirigía a la candidata Mar Vázquez como “la misma fascista que Ayuso, pero con dos cubatas menos”. Previamente, se autodefinía como la antítesis antropomórfica para contratar “putillas”. Y se alineó a la par de Confucio y Albert Einstein en el arte de adagios y frases brillantes: “si quieres follar sin tener hijos, fóllate a tu cuñada y tendrás sobrinos”. Todo un aserto digno de figurar en el envés de los sobrecillos de azúcar… Quizá mejor en sobrecillos de otras sustancias, también blancas y cristalinas.