“No es por no ir, a ver si me entiende, que si hay que ir se va, pero ir pa na, es tontería”. Esta frase del humorista José Mota podría ser un buen consejo para Alberto Núñez Feijóo, el candidato del PP a la presidencia del Gobierno, que tiene un mes para lograr los apoyos necesarios para su investidura. Porque lo de dialogar con todos está muy bien en teoría, pero a la hora de la verdad, dialogar con quien nunca llegarás a un acuerdo, pues "es tontería". Así, como el PP lo tiene tan complicado, decir que también entra en la ecuación reunirse con Junts per Catalunya y ERC, carece de sentido, y debía afanarse en dos únicas opciones: o bien lograr la abstención del PNV, o bien evidenciar las contradicciones del PSOE en caso de dar por perdida la investidura.
La primera opción es la más deseable, pero también la más difícil. El PNV ha sido un socio histórico tanto del PP como del PSOE, porque siempre ha primado el regate corto de las competencias y la financiación, al regate largo de la independencia, pero ahora mismo está más cerca de Pedro Sánchez, no tanto por sus políticas como por su incompatibilidad con Vox.
El PNV tiene sus propias exigencias para apoyar o abstenerse en una investidura, como la transferencia de competencias pendientes o el respeto al autogobierno vasco. Feijóo tendría que hacer un gran esfuerzo de negociación y de cesión para convencer al PNV de que su opción es mejor que la de Sánchez. Y eso sin contar con la presión de Vox, que no vería con buenos ojos un pacto con los nacionalistas vascos, pudiendo perder a los de Santiago Abascal, y entonces habría sido “ir pa na”, porque para éstos lo más importante no es echar a Sánchez sino erosionar al PP.
La segunda opción es la más realista, pero también la más arriesgada. En realidad es una opción solo asumible si se da por perdida la investidura. Llamar a los diputados socialistas a apoyar a Feijóo es una decisión solo admisible a sabiendas de que será baldía, de que ninguno la secundará, pero permitirá al PP dejar en evidencia las contradicciones de éstos, de quienes critican el acercamiento a Bildu pero son incapaces de hacer nada -aunque solo fuese movilizarse para bloquear la legislatura- para impedirlo.
Por último, el PNV también debería reflexionar sobre su papel en este escenario. Desde que Pedro Sánchez está en el gobierno ellos están a la baja y Bildu en crecimiento en Euskadi. Los socialistas tienen como socio preferente a Bildu, no al PNV. El PNV debería demostrar que tiene una línea distinta a Bildu, y que es capaz de arañar para Euskadi a izquierda y a derecha. Si no lo hace, corre el riesgo de perder influencia y relevancia en el panorama político vasco y español.
En definitiva, Feijóo tiene un mes para intentar lo imposible: ser investido presidente del Gobierno con los votos o la abstención del PNV, siendo esa la única posibilidad real, y para ello Vox -y los nacionalistas vascos- debería saber estar a la altura, porque como -ahora sí- dicen desde el PP, “hablar con todos no significa tragar con todo” (Elías Bendodo), y valorar que estamos en la investidura, que es el paso previo a gobernar, y que gobernar no es tontería.