El pasado 24 de noviembre se convocó una huelga general en toda España por parte de Solidaridad, el sindicato de Vox liderado por el parlamentario andaluz por Almería Rodrigo Alonso. La huelga era como protesta contra la futura ley de amnistía fruto del pacto de investidura de Pedro Sánchez, entre el PSOE y los independentistas. Según los convocantes, la ley suponía una “traición a España” y una “claudicación ante el separatismo” .
La huelga fue un absoluto fracaso en todos los sentidos, pero nadie habla de ello. Ni siquiera los propios organizadores han dado cifras de seguimiento, ni han hecho ninguna valoración pública. Solo han publicado un escueto comunicado en su página web, en el que dicen que la huelga ha sido “un éxito rotundo” y que han demostrado “la fuerza del patriotismo”.
Pero la realidad es que la huelga ha pasado desapercibida para la mayoría de los ciudadanos, que han seguido con su vida normal, sin notar ningún efecto en los servicios públicos, el transporte, el comercio o la industria.
¿Por qué nadie habla de este fracaso estrepitoso? ¿Por qué no hay ningún análisis crítico sobre las razones de esta convocatoria, que además era ilegal, ya que en España están prohibidas las huelgas políticas, como ésta? ¿Por qué no hay ninguna exigencia de responsabilidades a Rodrigo Alonso, que debería dimitir inmediatamente por todo esto?
La respuesta es que a nadie interesa ahondar en este desastre, porque a todos les conviene que exista Vox, que siga vivo como partido.
Al PSOE le interesa que exista Vox, porque le sirve para mantener en el imaginario de la ciudadanía que son ellos, o la extrema derecha. Vox es el espantajo perfecto para el PSOE, que se presenta como el único garante de la democracia y la convivencia.
A los partidos de izquierda y a los sindicatos de clase también les interesa que exista Vox, porque les sirve para movilizar a su electorado y a sus afiliados. Estos partidos y sindicatos han perdido gran parte de su influencia y de su representatividad, y se han quedado sin discurso ni propuestas. Su única baza es el miedo a Vox, al que presentan como el enemigo a batir, y como la amenaza a los derechos y libertades de los trabajadores y de los colectivos más vulnerables.
Por eso, ni los partidos políticos, ni tampoco los medios de comunicación ubicados a un lado y otro del espectro, han querido hacer sangre con esta huelga general fantasma, porque nadie quiere que Vox desaparezca.
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