Uno de los muchos memes que corre en estas horas por las redes sobre lo ocurrido en Barbate, tras el asesinato de dos agentes, y la capilla ardiente de uno de ellos en tierras de Pamplona, ha llamado la atención.
“¿Quién tiene más cojones que un Guardia Civil? La mujer de ese Guardia Civil”.
Cuatro veces, cuatro, negó Patricia a Marlaska.
No quiero que él le imponga la medalla a mi marido.
Marlaska, al que se apunta desde el cuerpo como gran causante de los problemas que tienen los Guardias Civiles en Barbate en la lucha contra los narcos descompuso el gesto ante la aptitud de la esposa del agente asesinado. No se esperaba la valentía de esa mujer. La intentaron convencer. Se le acercaron mandos del cuerpo, le llamaron la atención, y aquella mujer, esposa de Guardia Civil, por segunda vez dejó oír su voz en la sala donde se estaba rindiendo honores a su esposo.
No quiero que sobre el féretro él le imponga la medalla. Mi marido no lo hubiera querido.
Por segunda vez el ministro del interior sintió en sus carnes las palabras de una esposa. Se le acentuaron las arrugas en la cara, se le agrió un poco más el carácter y los nervios se lo comían por dentro. El nuevo intento por convencer a aquella mujer no fructificó, demostrando que ella no estaba por la labor de brindar una oportunidad a que el ministro se luciera ante el cadáver de su esposo, y su voz volvió a sonar, esta vez con más fuerza si cabe, en medio de los compañeros de su esposo y políticos que se había reunido en busca de una foto que blanqueara sus comportamientos. Su voz sonó serena por tercera vez.
No quiero, no me vais a convencer, no voy a permitir que él le imponga la medalla a mi esposo.
Desencajado, así estaba, cuentan las lenguas, el señor ministro. El ambiente se volvía irrespirable, nadie sabía qué hacer, ni cómo convencer a la mujer de un Guardia civil, que le estaba demostrando al mundo, con ministro delante, que no iban a poder con ella. El último intento, hagamos el último, dijo alguien. Pero Patricia se mantuvo firme, y su voz restalló como un látigo en medio de la comitiva reunida. Por cuarta vez se oyó la clara y rotunda voz de una mujer vinculada al cuerpo.
No quiero que el ministro le imponga la medalla a mi marido. No se lo voy a permitir.
Los aplausos sonaron en el recinto, los compañeros del agente muerto aplaudían la valentía de una mujer, el coraje de la esposa de un Guardia Civil.
Marlaska se fue con la vergüenza de ver como una mujer lo puso en su sitio, como la esposa de un agente y en cuatro ocasiones le cantó la verdad: La Guardia Civil no te quiere.
Marlaska ¡coño! vete ya.