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Días después de su inauguración, volví a visitar el Museo del Realismo Contemporáneo (MUREC), siguiendo el consejo del maestro Antonio López, el alma que late detrás de ese cuerpo que es este edificio del siglo XVI que nació como hospital. López dijo a los presentes en el acto, que era un lugar para visitar todos los días, y por eso volví a recorrer sus pasillos convertidos en galerías, a subir sus escaleras pensando en que sus escalones sí que han debido sentir el “peso de la historia”.
El MUREC es un testimonio del compromiso y la visión de varias figuras clave. El presidente de la Diputación de Almería, Javier A. García, tirando de ese "orgullo almeriense" que tanto le gusta prommover, creyó en el proyecto desde el primer momento, según ha contado Andrés García Ibáñez, el artista e ideólogo de la iniciativa (la sexta, contó, para añadir un "hasta aquí hemos llegado"). Además, contó con el apoyo del empresario Francisco Martínez Cosentino, siempre dispuesto al mecenazgo en su tierra, y ambos bajo el paraguas de la Fundación Ibáñez-Cosentino.
La importancia de recuperar este edificio para el patrimonio almeriense es incalculable. No solo es un referente cultural para Almería, sino también un atractivo para el turismo, un sector en el que aún tenemos mucho trabajo por delante: tenemos dificultades logísticas para traer visitantes, pero una vez aquí, además de las playas y la Alcazaba ¿qué más ofrecemos?. La restauración de este edificio del siglo XVI, que una vez sirvió como hospital, es un testimonio de la rica historia de Almería y un recordatorio de su legado duradero.
El MUREC no es solo un museo, es un faro de inspiración en el casco histórico de la ciudad, un monumento a la perseverancia y un testimonio del poder del realismo contemporáneo. Es un lugar donde el pasado y el presente se encuentran, donde los visitantes pueden perderse en la belleza del arte y la arquitectura, y donde cada rincón cuenta una historia.
La inauguración del MUREC es un hito en la historia cultural de Almería. Es un testimonio del poder de la visión, la colaboración y el compromiso con la preservación del patrimonio. Y, lo que es más importante, es un recordatorio de que el arte, en todas sus formas, tiene el poder de unirnos, inspirarnos y ayudarnos a ver el mundo desde una nueva perspectiva.
