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En medio de la vorágine electoral, las declaraciones de los candidatos han alcanzado niveles de absurdo que rivalizan con los giros argumentales de una telenovela. Pere Aragonés, líder de ERC, ha afirmado que su partido no pactará con el PSC, el partido del “no”, porque los socialistas dicen no a los indultos, a la amnistía, al referendum... Pero, ¿qué es el “no” en política? ¿Es un absoluto o una mera sugerencia? Y es que todos recordamos que el PSC (que tiene sus propios diputados en el Congreso) dijo sí a los indultos, a la amnistía y a... cuando llegue el momento
Aragonés olvida que la política es un juego de sombras, donde el “no” puede transformarse en un “sí” en un abrir y cerrar de urnas. Su partido, como un camaleón político, se balancea entre el “no” y el “sí”, como si fuera un acertijo sin respuesta. Quizás deberíamos llamarlo el partido del “no pero sí”, aunque esto es más estilo Junts, como hemos podido ver.
Por otro lado, Salvador Illa, el candidato socialista, ha propuesto que la mejor forma de enterrar el procés independentista es relegar a Junts y ERC a la oposición y que él sea president. Pero, ¿es tan sencillo? La clave está en Madrid, donde Pedro Sánchez necesita a los independentistas para gobernar, y todo el mundo sabe que a Sánchez solo le importa Sánchez. Como un malabarista político, Sánchez ha tragado con lo que le han pedido hasta ahora para llegar y estar. Pero, ¿hará tragar a Illa en Barcelona? ¿acabará Illa de vicepresidente siendo el más votado, o en la oposición?
Comenzar unas elecciones mintiendo al electorado y mintiéndose a sí mismos no es bueno. Quizás deberíamos recordar que la política es un juego de espejos, donde el “no” y el “sí” se entrelazan en una danza sin fin. En estas elecciones catalanas, los candidatos parecen haber olvidado que la verdad es un bien escaso en el mundo de la política.
En resumen, mientras los políticos se enredan en sus propias palabras, los ciudadanos observamos desde la grada, preguntándonos si algún día escucharemos un “sí” o un “no” que no esté teñido de oportunismo. Porque, al final del día, la política es un juego de sombras, y todos queremos saber quién es el verdadero maestro de marionetas.
