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Oídos sordos
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Oídos sordos

Por Rafael M. Martos
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miércoles 29 de mayo de 2024, 11:02h

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Las sesiones de control al gobierno se han convertido en un verdadero espectáculo para quienes disfrutan del teatro del absurdo, un género que hizo su agosto en un mes de mayo, que fue cuando allá por 1950 se estrenó "La cantante calva" de Ionesco. El viejo refrán "a palabras necias, oídos sordos" parece haberse transformado en una suerte de mantra para ambas partes del hemiciclo, un ejercicio que cada vez se asemeja más al masoquismo político.

Por un lado, el gobierno de Pedro Sánchez se ha especializado en el arte de no responder. Pregunta tras pregunta lanzada desde la oposición del Partido Popular (PP) se pierde en el éter, sin recibir más que el eco del silencio. Uno podría pensar que el gobierno considera las preguntas del PP como necias, aunque la alternativa —que simplemente no las escuchan— parece igualmente plausible.

Tomemos el ejemplo reciente de la calificación de Hamás como organización terrorista por parte de Sánchez, quien ha pedido que cesen los asesinatos y liberen a los secuestrados judíos. Esto, sin embargo, no le ha impedido reconocer a Palestina como estado. El PP, en lugar de celebrar esta condena clara al terrorismo, prefiere centrarse en el hecho de que Hamás aplaude la decisión de reconocer a Palestina. Porque claro, es obvio que Sánchez tiene control directo sobre los aplausos de una organización terrorista cuyas acciones y existencia rechaza.

Y ahí no acaba el juego de oídos sordos. El PP siempre ha defendido la existencia de dos estados, Israel y Palestina, aunque ahora no consideren oportuna la decisión de reconocer en estos precisos momentos a Palestina, cuyos derechos refrenda ("La noble causa del pueblo palestino" Alberto Núñez Feijóo dixit). A pesar de esto, el PSOE insiste en pintarlos como opositores a la solución de dos estados, aunque la evidencia es lo opuesto.

Pero la ironía no termina ahí. En otro giro de sordera política, el PP ha preguntado reiteradamente sobre asuntos como la mujer de Sánchez, Begoña Gómez, y el momento en que Sánchez supo de la investigación judicial sobre ella, así como el caso Koldo. Respuestas no ha habido, ni siquiera en forma de evasivas decentes.

La cosa se pone aún más absurda con Vox. Cuando el diputado Figaredo preguntó desde qué cantidad económica el gobierno considera que una persona es rica, señalando que según la Agencia Tributaria, un conductor de autobús en Asturias con 30.000 euros anuales ya sería considerado rico, la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, respondió hablando de fortunas de más de 20 millones de euros y rentas de 3 millones anuales. Un desvío tan descarado que casi merece aplausos por su audacia.

Yolanda Díaz, vicepresidenta y ministra, no se queda atrás. Ante preguntas sobre la creciente pobreza en España, su respuesta se limitó a cantar alabanzas al estado de la economía española, una táctica que deja en evidencia que las preocupaciones de la oposición son tratadas como ruido de fondo. Sobre cómo se siente estando a la mesa del Consejo de Ministros con alguien que le oculta información (por ejemplo, el dinero destinado a Ucrania), o que le impide viajar a Palestina... ella calla. Como calla Sánchez cuando Díaz enmierda ("¡a la mierda!" dixit).

La nueva muletilla socialista, "es fango" y "van listos", se ha convertido en la respuesta comodín ante cualquier pregunta incómoda. Una estrategia que, si bien puede resultar satisfactoria para quienes buscan evitar respuestas concretas, convierte las sesiones de control en una parodia de la democracia.

Pero hasta tal punto llega la obsesión, que el propio Sánchez cayó en su trampa. enfangándose a si mismo. Basta oirle este miércoles. Quizá sin darse cuenta de cómo se percibían sus palabras al escucharle, lo que estaba afirmando es que él responde con "fango" cada vez que la oposición le pregunta por algo ("me pregunta la oposición por la economía... fango, me pregunta por las elecciones en Cataluña... fango, me pregunta por la política internacional... fango... Pedro Sánchez dixit).

Tanto gobierno como oposición parecen haberse instalado cómodamente en sus respectivos roles de emisores y receptores de palabras necias, todos con los oídos convenientemente sordos. Este espectáculo de sordera mutua nos deja con una sensación de que, al final, no se trata de buscar respuestas, sino de mantener el teatro político en marcha, alimentando la ilusión de que se están tratando los asuntos del país, cuando en realidad, lo único que se está haciendo es interpretar un guion repetido hasta el cansancio.

Rafael M. Martos

Editor de Noticias de Almería

Periodista. Autor de "No les va a gustar", "Palomares en los papeles secretos EEUU", "Bandera de la infamia", "Más allá del cementerio azul", "Covid19: Diario del confinamiento" y la novela "Todo por la patria"