Si yo fuera argentino, no sé si me gustaría mucho ver cómo se comporta mi presidente cuando sale del país, incluso cuando está dentro del país. Y es que por mucho que nos quieran decir que Javier Milei está haciendo un magnífico trabajo con la economía argentina, eso es algo que todavía está por ver.
Porque una cosa son las grandes cifras, la macroeconomía, y otra la microeconomía, la economía de bolsillo de cada una de las familias. Y esa parece que de momento sigue no como estaba de mal, sino mucho peor. Claro, los números macroeconómicos pueden lucir impresionantes desde una perspectiva de Excel, pero, ¿cuántos de esos números se traducen en pan sobre la mesa de las familias argentinas?
Pero... para ser justos hay que decir que no sabemos en qué acabará esa revolución que tiene entre manos el "león" Milei. Por tanto, es posible que ahora todo vaya mal y luego todo vaya bien, que es la gran esperanza con la que le votaron. Tal vez Milei esté cocinando una receta económica que solo un genio incomprendido podría entender. O quizás, y solo quizás, estamos presenciando una tragedia disfrazada de epopeya, y a Isabel Díaz Ayuso -cuya experiencia en el sector económico privado es desconocida- en primera fila aplaudiendo estruendosamente a ver si la mira alguien.
De momento lo que sí llama la atención es que él se divierta tanto, le guste tanto llamar la atención, sea capaz de montar prácticamente conciertos de rock con la presentación de un libro. Sorprende que tenga tiempo para tanto histrionismo cuando está librando una guerra contra una economía hundida que ahoga a una población desesperada.
Mientras su pueblo lo está pasando tan rematadamente mal, él no tiene el menor reparo en mostrarse como un showman poco serio. Tal vez si los argentinos vieran un poquito de moderación en Milei, también ellos serían capaces de asumir que se acabó la fiesta, pero si quien gobierna entona el "no pares, sigue, sigue, no pares, sigue, sigue..." difícilmente van a creerse que las cosas están tan mal como les cuentan, y solo van asumir que a ellos ahora les va peor que antes, sin atender a que quizá -y si a Milei le sale bien- en el futuro mejore. Pero, ¿por qué debería moderarse el "león"? Si a la gente le gusta el espectáculo, pues Milei se lo da. Lo que importa es el show, y no puede uno dejar de pensar que cuando los gobernantes montan estos espectáculos es para desviar la atención de lo importante.
La verdad es que contrasta mucho con el caso de Volodymyr Zelensky, el presidente de Ucrania. Su país está en plena guerra. Él ha sido actor, además lo ha sido de comedia, humorista. Y sin embargo es un tipo que tiene muy claro que él no puede andar haciendo bromas por el mundo ni de cachondeo porque en su país la gente muere, porque les están matando y porque quieren acabar con ello. Nadie entendería que Zelensky estuviera de haciendo chistes en las televisiones sobre Vladimir Putin, y se estuviera metiendo en los problemas internos de cada país.
Entonces, ¿por qué en Argentina se le permite a Milei hacer tanta gracieta? Y que además eso se le aplauda desde este lado del "charco" es incomprensible. Dudo que los argentinos hayan decidido reírse de sus problemas, pero el que sí se ríe de todo es Milei, y cabe pensar si eso es lo único que tiene que ofrecerles. Después de todo, si no puedes llenar la despensa, al menos puedes llenar el teatro.
Mientras la economía argentina navega en aguas turbulentas, Milei sigue tocando su guitarra en el Titanic. Puede que eventualmente llegue a algún puerto seguro, o puede que el barco se hunda con todos a bordo. Pero una cosa es segura: Milei seguirá entreteniendo a la audiencia hasta el último segundo.