No sé si lo sabían, pero la Junta Electoral Central ha decidido hacer de árbitro de modales en la televisión. En su última hazaña, ha multado a Interalmería Televisión, específicamente al programa La Tertulia. ¿La razón? Ahí es donde la cosa se pone interesante. Al parecer, hay dos posibles explicaciones: una absurda. y otra aún más absurda.
Primero, podría ser porque se habló de política en un programa de política. Imagínense, discutir temas políticos en un espacio dedicado a la política, justo cuando se estaban convocando elecciones al Parlamento Europeo. Sí, parece un concepto sacado de una novela de Kafka: hablar de política en tiempos de elecciones. ¿Qué sigue? ¿Prohibir que se hable de fútbol mientras te cortan el pelo?
La otra posibilidad es aún más jugosa: Antonio Felipe Rubio, el moderador de La Tertulia, tuvo la osadía de calificar al ministro Óscar Puente de "primate". Y aquí es donde el espectáculo realmente comienza. Porque claro, no vamos a ser tan ingenuos como para recurrir al hecho científico de que todos somos primates por nuestro origen evolutivo, aunque unos hayan evolucionado más que otros. Del mismo modo, podríamos decir que todos somos africanos por nuestro origen, porque, oh sorpresa, de allí venimos todos... y siguen viniendo. Pero dejemos la biología de lado, porque esto va de otra cosa.
La Junta Electoral Central, en su infinita sabiduría rectificadora de la Junta Electoral Provincial, ha decidido que llamar a alguien "primate" es un insulto sancionable. Sin embargo, el propio Óscar Puente, que se sintió tan ultrajado, no tuvo reparos en referirse a un ciudadano como "saco de mierda" en la red social X. Aquí es donde el doble rasero brilla con luz propia. ¿Acaso la Junta Electoral tiene un diccionario de insultos donde "primate" es una ofensa gravísima, pero "saco de mierda" es simplemente una expresión coloquial aceptable?
Permítanme aclarar una cosa: no me considero compañero de sujetos como Vito Quiles, que con la excusa de ser periodista, incumplen los principios fundamentales de la ética. Sí, uno puede tener su ideología, pero siempre hay límites éticos que no deben superarse. Y cuando se superan, ya no estamos hablando de periodistas, sino de agitadores sociales con micrófono.
Así que, dejando clara mi postura, me parece inaudito que la Junta Electoral sancione a un programa de opinión política por discutir sobre política y utilizar un término que, si nos ponemos estrictos, es un hecho científico. Mientras tanto, el ministro puede lanzar insultos flagrantes a un ciudadano y quedarse tan campante. Es decir, el insulto de "primate", que puede tener la excusa del fundamento biológico, es castigado, pero "saco de mierda", un insulto sin vuelta de hoja, no tiene consecuencias.
Estamos, efectivamente, un poco perdidos. O quizás no tanto. Tal vez estemos exactamente donde algunos quieren que estemos: en un lugar donde las reglas del juego cambian según quién sea el jugador. Una jungla donde unos pocos deciden quién puede insultar y quién debe callar, recordándonos que, en esta selva, la lógica y la coherencia son las primeras en desaparecer.