El reciente viaje del presidente Pedro Sánchez a Senegal, Gambia y Mauritania ha despertado un sinfín de reflexiones sobre la inmigración irregular que llega a España. Al parecer, Sánchez ha sido recibido con los brazos abiertos, con agasajos que podrían hacer palidecer a cualquier monarca europeo. Desde luego, después de semejante recibimiento, es lógico cuestionarse por qué los ciudadanos de estos países querrían abandonar tan idílicos lugares.
El objetivo de la gira presidencial era claro: buscar la colaboración de estos países para frenar la inmigración irregular hacia España. Sin embargo, uno no puede evitar preguntarse si, tras la experiencia vivida, Sánchez no estará contemplando la posibilidad de establecerse en alguna de estas naciones tan hospitalarias. Después de todo, ¿quién querría dejar un lugar donde el presidente de una potencia europea es tratado como un rey?
La situación se torna aún más irónica cuando se considera el uso que la extrema derecha hace de la inmigración irregular. La figura de Giorgia Meloni, presidenta de Italia y admirada por sus colegas de ideología, es un ejemplo paradigmático. La realidad es que Italia, bajo su mandato, expulsa a la mitad de inmigrantes irregulares que España en el mismo periodo de tiempo. No deja de ser curioso cómo aquellos que alzan la voz contra la inmigración enarbolan la bandera de políticas más duras, cuando los datos reflejan una realidad bien distinta.
Es relevante analizar algunas cifras para comprender mejor la situación. En el año 2023, según datos del Ministerio del Interior, España expulsó a más de 20.000 inmigrantes irregulares, mientras que Italia no llegó a los 10.000. Esta disparidad pone en tela de juicio las narrativas alarmistas y las soluciones simplistas que la extrema derecha promueve con tanto fervor.
Como Sánchez ha recordado, la deportación a su país de origen de quienes entran de modo irregular, está en el ordenamiento jurídico español y europeo, pero lo que no ha respondido es por qué no se hace en la proporción adecuada. Un ejemplo es el que hace un mes aproximadamente dábamos en noticiasdealmeria.com con El Ejido: de 200 actas de extranjería cumplimentadas por la Policía Local, la Subdelegación del Gobierno no había tramitado ni una. Sí, es difícil la expulsión... pero al menos hay que intentarlo ¿no? Y luego están los jueces, que teniendo la posibilidad de decretar expulsión en vez de prisión, optan por lo segundo...
Pero volviendo a los paraísos africanos que Sánchez visitó, conviene recordar algunas de las realidades que los ciudadanos de estos países enfrentan diariamente. En Senegal, el 40% de la población vive por debajo del umbral de la pobreza, y en Mauritania, por su parte, es uno de los países con menor índice de desarrollo humano, según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).
Entonces, quizás no sea tan difícil entender por qué tantas personas arriesgan sus vidas para cruzar el Mediterráneo. No se trata de abandonar el paraíso, sino de buscar una vida digna lejos de la pobreza y la violencia. La labor de Sánchez en estos países debe centrarse en apoyar el desarrollo y la estabilidad, no solo en detener los flujos migratorios.
Por último, es crucial recordar que las políticas migratorias efectivas deben ir más allá de la expulsión y el cierre de fronteras. La cooperación internacional, el desarrollo sostenible y la protección de los derechos humanos son esenciales para abordar las causas profundas de la migración.
Como dijo Martin Luther King Jr., "la injusticia en cualquier lugar es una amenaza a la justicia en todas partes". Es hora de que Europa y sus líderes adopten una visión más humana y constructiva en la gestión de la migración.
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