El reciente discurso de Pedro Sánchez en el arranque del curso político ha dejado a muchos con la ceja levantada (Por cierto, ¿ZP ¿dónde andas?). "Más transporte público y menos Lamborghini" es el eslogan que ha decidido utilizar como bandera para justificar la subida de impuestos a los ricos. Sin embargo, al analizarlo más de cerca, surgen preguntas inquietantes que invitan a reflexionar sobre la lógica detrás de esta afirmación.
Primero, hagamos un poco de matemáticas. En 2023, se vendieron solo 46 Lamborghini en España. Eso representa un pírrico 0.004% del total de vehículos vendidos en el país. ¿Es realmente este el segmento al que se dirige el presidente en su afán recaudador? ¿Está sugiriendo que su estrategia fiscal se centrará en una élite tan reducida? Si así fuera, nos encontraríamos ante un enfoque que no solo es cuestionable desde el punto de vista práctico, sino también profundamente simbólico.
La economía “va como un cohete”, según ha asegurado reiteradamente el propio presidente y miembros del gobierno. Pero si eso es cierto, ¿por qué es necesario subir impuestos? Si realmente estamos en una fase de crecimiento, y por tanto eso genera una mayor recaudación de impuestos, podría ser más sensato buscar alternativas para mejorar la contribución sin cargar aún más sobre quienes ya están contribuyendo sustancialmente al erario público.
Ya sé que alguien habrá pensado al leer lo de "cargar aún más" que salgo en defensa de los ricos, pero lo único que hago es ceñirme a las matemáticas con las que tan mal se lleva este gobierno. Un Lamborghini tiene un coste medio de 300.000 euros, y entre impuestos de matriculación e IVA, alrededor de un tercio de su precio va directo a las arcas del Estado. Esto significa que cada vez que se vende uno de esos coches deportivos, hay una inyección de 100.000 euros en recursos que potencialmente pueden financiar el transporte público... siempre y cuando éste funcione adecuadamente.
Sin embargo, no podemos ignorar las más de 600 incidencias reportadas en trenes durante el primer semestre del año bajo la supervisión del ministro Óscar Puente. La promesa de "más transporte público" se convierte en una paradoja si lo que ofrecemos son servicios ineficientes o poco confiables. La idea parece ser: aumentemos los impuestos para mejorar el transporte público; pero el problema es que la gente no coge el transporte público por ineficaz... o sencillamente no lo hay, como el transporte ferroviario en Almería.
Propongo al presidente Sánchez que se plantee algo aún más populista de lo que ya es su mensaje simplista: “Lamborghini para todos". Imaginemos un escenario donde todos pudieran permitirse uno; eso significaría no solo un aumento en la recaudación fiscal por cada vehículo vendido, sino también una mejora generalizada en la calidad del transporte público gracias a esa mayor inversión.
El eslogan “más transporte público y menos Lamborghini" puede sonar atractivo y directo en la retórica política, y seguro que Pablo Iglesias lamenta no estar en primer línea política para haberlo soltado él.
Al final del día, necesitamos políticas fiscales coherentes y efectivas que aborden las necesidades reales del país y no se queden atrapadas en juegos semánticos o dirigidas a una élite casi inexistente. Quizás deberíamos aspirar a un equilibrio donde haya espacio tanto para un buen sistema de transporte público que funcione, y que poder disfrutar del lujo ganado honradamente no se convierta en delito social.
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