La pasada semana, una delegación del Ayuntamiento de Almería, encabezada por su alcaldesa, María del Mar Vázquez, se desplazó a Madrid para mantener un encuentro con el secretario de Estado de Transportes y Movilidad Sostenible, José Antonio Santano. Un ejercicio que, en teoría, debía reforzar el diálogo entre instituciones. Aunque a la alcaldesa se le puede preguntar en cualquier momento sobre éstas y otras cuestiones, al haber tenido lugar en Madrid el encuentro, nos fue remitida una nota de prensa, como también hizo el Ministerio, y en Noticias de Almería hicimos el ejercicio de compararlas para conocer el nviel de "diálogo", y la realidad distaba mucho de eso.
Desde el Ayuntamiento de Almería, la reunión fue pintada como un triunfo del diálogo y la cooperación. La nota de prensa municipal no escatimó en elogios hacia el encuentro, subrayando una satisfacción que, a todas luces, parece más fabricada que genuina. Se destacó la disposición al diálogo y se listaron peticiones y proyectos que, al parecer, encontrarían eco en el Ministerio. Pero, ¡oh sorpresa!, la nota del Ministerio de Transportes y Movilidad Sostenible se limita a repetir lo ya conocido, sin mención alguna a las nuevas solicitudes planteadas por Almería. Es como si ambos documentos describieran reuniones distintas, o mejor dicho, como si uno se refiriera a una reunión que jamás tuvo lugar.
Resulta irónico que el Ayuntamiento de Almería se sienta satisfecho con un encuentro donde el interlocutor ministerial apenas se dignó a escuchar, sin ofrecer respuestas concretas. Esta aparente desconexión entre las expectativas municipales y la fría realidad ministerial es una representación perfecta del estado actual del diálogo entre instituciones en España: una fachada de cortesía que oculta una cruda falta de interés real por parte de ciertos actores políticos.
El comportamiento del Ministerio, por otro lado, no sorprende. El ministro Óscar Puente parece tener una agenda perpetuamente ocupada cuando se trata de reunirse con alcaldes del Partido Popular, como la de Almería, porque entre el Twitter y las incidencias de RENFE es un no parar. Este ninguneo sistemático a quienes no comparten su afiliación política es un ejemplo claro de cómo se priorizan los colores partidistas sobre los intereses ciudadanos. Una estrategia que, aunque predecible, sigue siendo profundamente decepcionante.
Y, por supuesto, los socialistas de Almería no parecen especialmente preocupados por el desdén hacia su alcaldesa. Al fin y al cabo, para ellos es más importante su lealtad partidista que su compromiso con los ciudadanos de Almería, y siempre defenderán que un ministro socialista, o un presidente autonómico socialista, no se siente cara a cara con la primera autoridad municipal si éstas del PP. Esta ceguera partidista no solo socava la eficacia de la política local, sino que también tiene repercusiones en las urnas, donde los ciudadanos castigan la falta de resultados y la evidente desconexión de sus representantes con las verdaderas necesidades del municipio.
Es en este contexto donde la palabra "diálogo" se convierte en un término vacío, un comodín utilizado para llenar discursos sin sustancia. En realidad, lo que se necesita es un compromiso genuino con la cooperación interinstitucional, más allá de las diferencias políticas. La ironía es que aquellos que más alardean de su disposición al diálogo son, a menudo, los menos dispuestos a practicarlo.
Para concluir, recordemos las palabras del escritor y filósofo francés Voltaire: "La política es el camino para que los hombres sin principios puedan dirigir a los hombres sin memoria". Una frase que, lamentablemente, resuena con fuerza en el panorama actual de las relaciones entre nuestras instituciones.