En la primavera y principios del verano de este año, Almería vivió una situación que, aunque parezca sacada de una película de acción, fue muy real: la crisis de las narcolanchas. Las costas almerienses, que deberían ser sinónimo de tranquilidad y disfrute bajo el sol, se convirtieron en un escenario inquietante donde los bañistas no solo disfrutaban del mar, sino que también eran testigos involuntarios de un fenómeno alarmante, y no nos referimos a la llegada de pateras, a lo que ya nos hemos acostumbrado.
Cada día, las redes sociales se llenaban de imágenes captadas por turistas y locales que documentaban cómo estas embarcaciones rápidas aparecían en nuestras costas, especialmente cuando el mal tiempo azotaba y buscaban refugio al abrigo del Cabo de Gata. Pero las narcolanchas no solo estaban allí para protegerse, también lo hacían para repostar combustible y continuar su viaje en el tráfico de drogas. Desde la orilla, los llamados "petaqueros" se acercaban con bidones llenos de gasolina para abastecer a estas embarcaciones, lo que evidenciaba una red organizada y peligrosa operando justo bajo nuestros ojos.
La preocupación ciudadana y política creció a medida que las imágenes se multiplicaban y las denuncias se hacían eco en los medios locales y no locales. La seguridad en nuestras playas estaba en juego, y con ella, la imagen turística de Almería como un destino seguro y acogedor. Sin embargo, ante esta crisis emergente, es importante reconocer el papel fundamental que ha jugado el Gobierno central y sus delegaciones en nuestra provincia.
Desde que la Delegación del Gobierno tomó cartas en el asunto, hemos sido testigos de un cambio notable. Destina más medios humanos y materialés a la Guardia Civil y la Policía Nacional ha permitido desarticular esta actividad ilícita que amenazaba nuestra costa. Hoy podemos afirmar con satisfacción que ya no vemos esas narcolanchas fondeando en Cabo de Gata ni en ninguna otra playa almeriense, o al menos su presencia se ha reducido tanto que no han vuelto a aparecer imagenes de ellas.
Lo ocurrido con las narcolanchas demuestra que cuando hay voluntad política, se encuentran los recursos necesarios para destinarlos a resolver un problema específico, y los resultados pueden ser inmediatos y efectivos. La ausencia de narcolanchas este verano es un claro ejemplo de ello.
Almería merece ser recordada no solo por sus paisajes idílicos o su rica gastronomía, no por convertirse en la Sicilia de las películas mafiosas. La crisis de las narcolanchas puede haber quedado atrás gracias a acciones concretas e inmediatas; ahora toca seguir trabajando juntos para mantener nuestras costas seguras y libres de cualquier actividad ilícita.