Cuando pienso en la infancia, me vienen a la mente imágenes de risas, juegos y esa libertad que solo se tiene cuando el mundo es un lugar lleno de posibilidades. Sin embargo, hay millones de niños en este planeta que no conocen esa realidad. En lugar de correr por los campos de nuestra querida Almería o jugar en las playas del Mediterráneo, muchos pequeños están atrapados en trabajos que les roban su niñez.
Es curioso cómo, no hace tanto tiempo, era común ver a niños ayudando en las labores del campo aquí mismo, en nuestra tierra. Recuerdo historias de mis abuelos sobre cómo ellos también trabajaban desde muy jóvenes, recogiendo frutas y verduras bajo el sol abrasador, o con frío y las manos heladas, según de que provincia hablemos. Pero eso fue antes de que la conciencia social empezara a cambiar y entendimos que la infancia debe ser un periodo sagrado dedicado al aprendizaje y al juego, no a la explotación.
Hoy en día, el trabajo infantil sigue siendo una realidad desgarradora para aproximadamente 160 millones de niños y niñas en todo el mundo, según la Organización Internacional del Trabajo (OIT). Y aunque aquí hemos avanzado mucho, parece que el hambre sigue siendo un motor implacable que empuja a los más vulnerables hacia un futuro incierto. ¿Cómo es posible que en pleno siglo XXI sigamos permitiendo que esto ocurra? La pandemia nos ha mostrado lo frágiles que son nuestras estructuras sociales; mientras algunos luchábamos por adaptarnos a un nuevo normal, otros se veían obligados a salir a trabajar para sobrevivir.
Los extenuantes días laborales y los salarios miserables son una trampa mortal para estos pequeños. En muchas ocasiones, su jornada laboral comienza antes de que amanezca y termina cuando ya ha anochecido. Y así, entre cosechas o fábricas polvorientas, se van despojando de su derecho más básico: el derecho a ser niño. Aquí en Almería sabemos lo valioso que es el tiempo dedicado al aprendizaje y al juego; cada verano nuestros jóvenes disfrutan de actividades lúdicas que les permiten crecer y desarrollarse plenamente.
La meta global es abolir el trabajo infantil para 2025. Suena ambicioso, pero después de lo vivido con la pandemia, parece más un sueño lejano. Las cifras han comenzado a aumentar nuevamente y me pregunto si realmente estamos dispuestos a luchar por esta causa. ¿Qué legado queremos dejarles a las futuras generaciones? ¿Un mundo donde los niños tengan acceso a educación y diversión o uno donde sean forzados a trabajar?
Como periodista, siento una responsabilidad especial hacia aquellos que llegan a nuestra tierra buscando una vida mejor para sus hijos. Muchos inmigrantes traen consigo historias desgarradoras sobre el trabajo infantil en sus países de origen. No podemos cerrar los ojos ante esta realidad; debemos ser voz para quienes no pueden hablar.
Así que hoy te invito a reflexionar: ¿qué podemos hacer desde nuestro rincón del mundo para ayudar a erradicar esta lacra? Desde apoyar iniciativas locales hasta exigir políticas más justas; cada pequeño gesto cuenta. Porque si algo aprendemos aquí en Almería es que juntos somos más fuertes y podemos marcar la diferencia. No dejemos que la risa de un niño se apague por culpa del trabajo infantil; luchemos por su derecho a soñar y jugar sin ataduras.
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