El presidente Pedro Sánchez ha hecho alarde de su compromiso con la "movilidad sostenible", anunciando una inversión de 40 millones de euros en dos anualidades para fomentar el uso de la bicicleta. A primera vista, podría parecer un paso positivo hacia un futuro más ecológico y menos dependiente del automóvil (y menos dependiente de combustibles fósiles, que es lo que nos hace dependientes de terceros países... casi nunca amigos). Sin embargo, al desglosar los números, la realidad se presenta bastante diferente.
Para poner las cosas en perspectiva, cada kilómetro de carril-bici cuesta casi medio millón de euros de media. Con los 40 millones que Sánchez ha prometido, podríamos construir aproximadamente 80 kilómetros de carriles bici en toda España. Pero aquí viene lo interesante: solo en Almería capital ya contamos con 80 kilómetros de carriles bici. Así que, si tomamos este dato como referencia, podemos concluir que la cifra presentada por el presidente no es más que un pequeño parche en un problema mucho más amplio.
Es cierto que esta inversión no está destinada únicamente a la construcción de carriles bici; también incluye otras iniciativas relacionadas con la movilidad sostenible. Pero ¿realmente es suficiente? La respuesta parece clara: no. En un país donde las infraestructuras son tan necesarias y donde la calidad del aire sigue empeorando, esta cantidad es claramente ridícula, lo que también sorprende siendo el propio Sánchez quien lo anuncia como un gran logro.
Quizá el verdadero plan detrás de esta propuesta sea menos ambicioso y más irónico: en lugar de ver a todos los ciudadanos montados en lujosos Lamborghinis —a los que Sánchez parece haber declarado la guerra—, su idea es que nos desplacemos en bicicletas. Es decir, que prefiere China —a la que por algo ha visitado varias veces— a Mónaco o Países Bajos. Toda una declaración de intenciones.
Así que aquí estamos, mirando hacia un futuro donde la movilidad sostenible se presenta como una moda más que como una necesidad urgente. Mientras tanto, seguimos esperando inversiones significativas y planes serios que realmente transformen nuestras ciudades y mejoren nuestra calidad de vida. Quizás lo único sostenible aquí sea el cinismo ante promesas vacías.
Si queremos hablar de movilidad sostenible en Almería y en todo el Estado, necesitamos más que cifras ridículas y propuestas superficiales; necesitamos un compromiso real con nuestro entorno y con el bienestar ciudadano. Porque al final del día, andar en bicicleta puede ser muy bonito... pero no nos engañemos: no es la solución mágica a nuestros problemas urbanos ni medioambientales.
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