El PSOE busca negociar con Junts temas de enorme calado económico, como el techo de gasto y la senda de déficit, e incluso los Presupuestos Generales del Estado. Más allá del grito en el cielo que ponen algunos porque estos intentos de negociación se hacen con un partido cuyo líder, Carles Puigdemont, se encuentra fuera del país, huido de la justicia, lo cierto es que a eso ya nos hemos acostumbrado, como al pacto con Bildu (era una línea roja de Pedro Sánchez) y con Podemos (porque traerían cartillas de racionamiento). Lo curioso es que el PSOE quiera convencerse a sí mismo de que puede hacerlo, de que puede ganar para todo eso el voto de Junts cediendo en temas económicos y competenciales.
Junts tiene dos objetivos muy claros en su horizonte. Primero y principal, conseguir una amnistía que permita a Puigdemont regresar a España sin el más mínimo temor de ser arrestado, juzgado o condenado. ¿Alguien realmente cree que este es un objetivo menor para ellos? No nos engañemos; la amnistía es la piedra angular de su agenda actual, y sin ella, cualquier otra conversación pierde relevancia. Las cuentas públicas le dan igual, apoyarían y rechazarían las mismas solo con que Puigdemont quedara limpio de polvo y paja.
El segundo objetivo, aunque no menos importante, es la independencia. Aquí es donde la trama se vuelve aún más espesa. El PSOE parece operar bajo la ilusión de que Junts tiene algún interés en colaborar para aprobar medidas que podrían fortalecer al gobierno autonómico catalán actual, dominado por el PSC y ERC. Este supuesto es, cuanto menos, ingenuo.
Se nos dice que la singularidad de Cataluña justifica concesiones especiales, como el tan mentado "cuponazo". Pero, ¿realmente Junts quiere eso ya, y que sea el gobierno socialista de la Generalitat el que gestione estos fondos? Pensemos en esto por un momento. Darle a sus rivales políticos (PSC y ERC) el control sobre un paquete financiero tan jugoso sería como entregarles en bandeja de plata la oportunidad de mejorar la situación económica de Cataluña y, por ende, de ganar las próximas elecciones autonómicas. Es difícil imaginar que Junts, con su objetivo de independencia, esté dispuesto a regalarle semejante ventaja a sus competidores.
El PSOE parece ignorar que Junts no tiene interés alguno en facilitarle la vida a un gobierno que está apoyado en partido como ERC que traicionado -desde su perspectiva- la causa independentista al aliarse con el PSC. Los socialistas quizás piensen que, a base de promesas económicas, podrán apaciguar a Junts y obtener su apoyo. Sin embargo, esta estrategia se antoja miope y condenada al fracaso, porque subestima la profundidad del rencor y las ambiciones políticas en juego.
La pregunta que deberíamos hacernos es: ¿qué gana realmente el PSOE de Pedro Sánchez con estas negociaciones? Si la respuesta es simplemente ganar tiempo o postergar lo inevitable, quizás deban replantearse sus prioridades. En el fondo, parece que están jugando un peligroso juego de concesiones, donde cada movimiento puede tener repercusiones imprevisibles y potencialmente desastrosas para la estabilidad política del país.
La estrategia del PSOE de negociar con Junts temas económicos de alto calado no solo parece destinada al fracaso, sino que podría resultar en un boomerang político de enormes proporciones. Mientras los socialistas intentan apaciguar a un partido cuyo líder está fugado, Junts sigue firme en sus objetivos de amnistía e independencia.
Junts no tiene el menor interés en que el cupo catalán y la quita de la deuda sean un balón de oxígeno financiero para sus dos principales enemigos políticos, y es que parece que al PSOE se le olvida que los de Puigdemont son oposición en Cataluña, y que lo quieren es ser gobierno, y que si Sánchez cae o no, es un daño colateral.
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