La inmigración se ha convertido en el gran espectáculo televisiado de nuestros tiempos. La llegada de inmigrantes a Europa, sobre todo a través de las peligrosas rutas marítimas, se ha transformado en un drama visual que acapara titulares y despierta pasiones. Sin embargo, ¿cuántos inmigrantes irregulares llegan realmente en patera? La respuesta es sencilla: muchos menos de los que llegan por otras vías, pero ojos que no ven... La mayoría aterriza en aeropuertos con visados de turista y, al finalizar su estancia legal, se quedan aquí en situación irregular. Pero claro, eso no vende; lo que atrae la atención son las imágenes desgarradoras del mar Mediterráneo.
El fenómeno migratorio no es solo un asunto de números o estadísticas; es un tema profundamente humano. Sin embargo, parece que la Unión Europea ha decidido tratarlo como si fuera una cuestión logística más que social. Y así llegamos al plan Meloni: deportar a los inmigrantes interceptados en aguas italianas a Albania, ese país balcánico que parece haber sido elegido para convertirse en el vertedero europeo de seres humanos. Por cada uno de ellos, Italia pagará 18.000 euros. Una cifra escalofriante que convierte a las personas en mercancía y a la política migratoria en un negocio para determinados países que, por cierto, no serán nunca ni los más prósperos, ni los más respetuosos con los derechos humanos... pero da igual!!
Es sorprente la rapidez con la que la Unión Europea se ha puesto a trabajar ampliar la iniciativa de Meloni, cuando el primer envío bajo este acuerdo ha sido un fracaso rotundo: 16 personas enviadas y cuatro devueltas casi inmediatamente por ser menores o estar en situación vulnerable. ¿Y ahora qué? ¿Se supone que esto es una solución? En lugar de abordar el problema desde sus raíces, como sería conseguir que no salieran de sus países, en caso de que lo hagan irregularmente, deportarlos a ellos o crear condiciones dignas para su acogida y asilo, la UE opta por esconderlos bajo la alfombra albanesa. Un plan de 1.000 millones de euros -a 65 millones por año- tan absurdo como ineficaz.
La propuesta de Meloni plantea trasladar hasta 36.000 migrantes anuales a Albania, pero hay un pequeño detalle: el número máximo de migrantes que puede albergar ese país nunca superará las 3.000 personas. Entonces, ¿qué sucederá con los otros 33.000? No se necesita ser un genio para deducir que acabarán buscando nuevas rutas hacia Europa o quedándose atrapados en Albania como inmigrantes irregulares. Al final del día, el problema no se resuelve; simplemente se desplaza.
Será la propia Albania quien facilite esa salida puesto que cada nueva pieza de carne les reporta 18.000 euros, por lo tanto, agilizaran la entrada para cobrar, y para cumplir con el cupo, permitirán la fuga de los que tengan.
Lo verdaderamente inquietante es cómo esta estrategia refleja una falta total de humanidad por parte de la Unión Europea. ¿Con qué derecho tratamos a estas personas como si fueran piezas de carne? Si interceptas a alguien en aguas internacionales y no ha cometido ningún delito, lo lógico sería ofrecerle protección y asistencia, no convertirlo en objeto de transacciones económicas entre países.
Es fácil criticar a partidos políticos tradicionales y señalar cómo la extrema derecha está ganando terreno al conectar con los miedos y ansiedades de la ciudadanía mediante mensajes deplorables sobre inmigración. Pero lo cierto es que esta dinámica se alimenta del propio fracaso del sistema europeo para gestionar una crisis humanitaria compleja con sensatez y compasión.
Nadie ha dicho que sea sencillo dar respuesta a un problema que, desde mi punto de vista, se está magnificando hasta la náusea, pero ésta tampoco lo es.
Europa dispuesta a pagar 18.000 euros por cada pieza humana enviada a Albania mientras ignora las causas profundas del fenómeno migratorio y perpetúa una narrativa tóxica que deshumaniza a quienes buscan refugio o una vida mejor. Esto no resolverá el problema, porque seguirán huyendo de África y de América del Sur, y lo únicxo que se logrará es enriquecer a los traficantes de personas ¡que no son piezas de carne!