La pregunta flota en el aire como un tren averiado en una vía muerta. Desde que Óscar Puente asumió el cargo de ministro de Transportes y Movilidad Sostenible, parece que su única misión ha sido la de acumular despropósitos a velocidad vertiginosa. Y no, no es que él mismo esté rompiendo los trenes ni causando descarrilamientos; eso sería demasiado literal. Pero lo cierto es que, desde su nombramiento, el caos ferroviario se ha convertido en una constante en nuestra vida diaria.
Empecemos por lo más evidente: el AVE a Almería. Se confirma que no llegará en 2026 y, si hacemos caso a las voces más pesimistas (que ahora parecen ser las más realistas), tampoco en 2027. Es casi como si hubiera un pacto secreto entre las autoridades para mantenernos en la incertidumbre perpetua, mientras los plazos se convierten en chistes malos que nadie quiere escuchar. ¿Acaso hay alguien en este país que todavía crea que vamos a ver un tren de alta velocidad surcando nuestras tierras antes de que nos jubilemos?
Mientras tanto, los usuarios del ferrocarril sufren un permanente caos. Las incidencias son tan frecuentes que ya podríamos considerarlas parte del paisaje cotidiano. En Madrid, por ejemplo, se registran una media de 2,5 incidencias diarias en Cercanías, y Rodalies no se queda atrás con tres incidentes diarios durante el primer cuatrimestre de 2024. ¿Quién necesita una montaña rusa cuando tienes la experiencia diaria de intentar llegar al trabajo en tren?
Los ejemplos son tan numerosos que uno podría pensar que estamos viviendo una especie de reality show ferroviario donde la única regla es la improvisación. Recientemente, un tren de media distancia entre Málaga y Sevilla tuvo que convertirse en autobús debido a una "incidencia logística". No sé ustedes, pero yo pensaba que la logística era precisamente la razón por la cual teníamos trenes y no autobuses.
Y luego está Chamartín, esa estación emblemática donde los colapsos son tan comunes como las selfies turísticas. A veces me pregunto si hay alguna conexión mística entre esta estación y el concepto de "espera infinita". Pasajeros desesperados han llegado incluso a romper ventanas por el calor tras horas atrapados en un tren parado. ¡Bravo! Eso sí es creatividad ante la adversidad.
Las cifras son alarmantes: las cancelaciones se han triplicado en el último año y tres de cada cuatro capitales peninsulares han visto empeorar sus tiempos de viaje directos. Desde Almería hemos perdido 33 minutos respecto al año pasado; eso sí que es un avance hacia atrás digno de estudio. Sevilla ha perdido la conexión con 24 destinos y Madrid con 13, y 3 de cada 4capitales peninsulares han empeorado su tiempo de viaje en sus trayectos directos solo en el último año. Las cancelaciones en los trenes se han triplicado en el último año.
Así que volvamos a la pregunta inicial: ¿es Óscar Puente un gafe? Quizás no sea justo cargarle toda la responsabilidad del descalabro ferroviario español, pero su gestión ha sido todo menos brillante. En lugar de buscar soluciones o rendir cuentas sobre esta situación lamentable, parece preferir atacar a quienes se atreven a señalar los problemas.
Mientras seguimos esperando ese AVE prometido —que parece más una leyenda urbana— y lidiamos con un sistema ferroviario cada vez más caótico, solo podemos preguntarnos: ¿será este ministro capaz de cambiar el rumbo o simplemente será recordado como el hombre cuya llegada marcó el inicio del apocalipsis ferroviario?