Se acerca la Navidad, esa época del año en la que las luces brillan más que nunca y el espíritu festivo inunda nuestras calles. En Almería, ya se siente el bullicio de las compras navideñas, los villancicos resonando en cada rincón y, por supuesto, la anticipación de la Noche Vieja. Sin embargo, mientras todos nos preparamos para despedir el año con alegría y brindis, no puedo evitar que mi mente divague hacia una tragedia que ocurrió hace 12 años: la avalancha humana en el Madrid Arena durante una macrofiesta de Halloween.
Recuerdo perfectamente aquella noticia porque yo era muy jovencita y podría haber estado entre las víctimas. Era Halloween y había fietas por todos sitios en Madrid, y esa noche, miles de jóvenes se agolpaban en un pabellón que se convirtió en una ratonera mortal. Las cinco vidas perdidas —Katia, Rocío, Belén, Cristina y María Teresa— son un recordatorio escalofriante de lo frágil que puede ser la diversión cuando no hay garantías mínimas de seguridad. pensaban que siendo un lugar tan grande, tendría todos los permisos en regla, que tendrían la atención médica precisa si pasaba algo, pero... todo fue un despropósito.
Aquí en Almería, donde disfrutamos tanto de nuestras fiestas —ya sea una verbena en el paseo marítimo o una noche loca en algún bar del centro— me pregunto si realmente estamos tomando las precauciones necesarias. ¿Cuántas veces hemos estado apretujados en un local sin saber si hay salidas de emergencia adecuadas? La idea de perder a alguien querido en una fiesta es aterradora; recuerdo a mi amiga Ana hablando sobre su experiencia en una fiesta de Nochevieja hace unos años. Estaba tan llena que apenas podía moverse; no podía dejar de pensar en cómo podría haberse convertido todo eso en un caos.
El caso del Madrid Arena dejó claro que detrás de las luces y la música puede haber un oscuro entramado de irregularidades. Ocho condenados por un cúmulo de negligencias que hicieron posible aquella tragedia. Y ahora, después de todo este tiempo, me pregunto: ¿realmente hemos aprendido algo? Miguel Ángel Flores, el principal acusado, sigue moviéndose por el mundo del ocio nocturno como si nada hubiera pasado. ¿Es esto justicia?
Con la reciente reforma del código penal, surge otra pregunta inquietante: ¿hubieran cambiado las penas? La verdad es que no tengo respuesta clara. Pero lo que sí sé es que necesitamos reflexionar sobre lo que significa salir a divertirnos. No debería ser sinónimo de riesgo ni mucho menos de tragedia.
Así que aquí estoy, a punto de celebrar otro fin de año con mis amigos almerienses. Brindaremos por los buenos momentos y por aquellos que ya no están con nosotros. Pero también haré un llamado a estar alerta: asegurémonos siempre de que las fiestas sean seguras y responsables. Que cada risa resuene sin miedo y cada brindis esté lleno de vida.
En esta Noche Vieja quiero recordar a Katia, Rocío, Belén, Cristina y María Teresa; porque aunque pasen los años y las luces sigan brillando, su memoria debe permanecer viva entre nosotros como un recordatorio constante de lo importante que es cuidar nuestra seguridad al disfrutar del ocio nocturno. ¡Feliz Año Nuevo!
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