El único que se cayó del caballo y con el golpe cambió su opinión, fue San Pablo. Sólo a él se puede conceder el beneficio de la conversión repentina. Nadie más se ha caído del caballo con este resultado, por tanto nadie ha cambiado su criterio como quien vuelve un calcetín, después del tortazo. Nadie cae del caballo hoy porque el coche que los lleva tiene demasiados para aventurarse a subir a uno de ellos. El PP, en cambio, un peligro para Andalucía porque ya ha empezado a quitarle impuestos a los ricos para cargarlo todo a los de siempre al mismo tiempo que reclama más dinero al gobierno central, tan sólo tiene una idea fija: que sus amigos de la banca no mermen su beneficio. Ni un euro menos para sus bolsillos, que se ponen frenéticos. Y a las eléctricas porque lo manda la Unión Europea, ese ha sido su batacazo sin caballo y a eso no pueden oponerse, que ya se han negado de forma rotunda reiteradamente hasta que su obsesión ha dado el vuelco sin necesidad de caer de ningún equino.
Así va Feijóo, la gran esperanza azul, radical como nadie para no desmerecer de su colega Ayuso y se enreda en la contradicción permanente. Contradicción a todo lo que no salga de las “privilegiadas” mentes de sus barones (y baronas) y contradicción a sí mismo cuando algún poder le llama la atención acerca de su irreflexiva liviandad y se ve obligado a contradecirse. Que ya lleva varias.
Aparte la rapidez con que Moreno Bonilla ha liberado a sus deseados amigos de un impuesto que para ellos puede ser molesto y para el erario necesario, lo más destacado del ínclito presidente de Andalucía después de seis años en el cargo, fue declarar luto por el fallecimiento de la reina que más tiempo ha mantenido Gibraltar en su poder; de pronto, tan criticones y opuestos ellos, batacazo mayor que el de Pablo de Tarso. Porque su prisa no alcanza a la terminación del metro, que bien podría acometer incluso compartido con el gobierno central, pero el metro no es su preocupación, y menos el de Sevilla. Para cambiar de opinión y afirmar cínicamente que siempre han defendido lo mismo, ahora de golpe son partidarios de imponer algún freno a precios desbocados, siempre que sus protegidos de la banca no vean disminuido ni un céntimo el mayestático beneficio obtenido por “prestar el servicio” de guardar el dinero de todos —forzados por leyes creadas por ellos— y negociar con ese dinero.
Moreno Bonilla, Ayuso, Feijóo y la política económica del PP siguen defendiendo los elevados beneficios proporcionados por el negocio de controlar todo el dinero circulante, más los de intereses y comisiones por el mismo negocio redondo.
A Pedro Sánchez se le reconoce el tinte social de su labor, algo nunca visto desde el estreno de esta nueva democracia hecha a la medida de dudosos demócratas. Pero ¡cuidado! “los otros” no son otros. Los dos principales partidos son la oposición vicevérsica, por lo tanto no son mejores “los unos” que “los otros”. La única diferencia es la vocación ultra mostrada por los alumnos de Ayuso, mal contrarrestada por la política de la coalición de gobierno, sin ser un ejemplo a seguir, algo más proclive a las necesidades de la mayoría, excepto por la presencia, por otro lado necesaria por eso se aprovechan, de Junts que igual se suma a unos que a otros si lo que necesita es impedir que los muy grandes coticen un poco en función de sus abultados beneficios y de camino ganar algo de simpatía entre quienes ya son sus simpáticos seguidores. Sería necesario incidir en esa diferencia para ampliarla o buscar unos “otros” que no sean igual o peores que su oposición, que no sean su recambio ajustable. Pero detrás de todo están los intereses más importantes (solo para ellos) de sus íntimos y los pagos de favores, tanto dentro del Estado como fuera, tanto cerca como lejos. El problema del gato y el cascabel.