En estos días de política embarrada, literal y figurativamente, Pedro Sánchez, el Presidente de Gobierno, ha resucitado una frase que bien podría titular una novela de conspiración: "la máquina del fango". Desde que se desvelaron informaciones que vinculaban a su esposa, Begoña Gómez, y a su hermano, en supuestas tramas de corrupción, Sánchez ha atribuido toda esta marea de escándalos a esta misteriosa maquinaria que, al parecer, tiene como único propósito ensuciar su imagen y la de su círculo cercano.
Pero, no seamos injustos, la "máquina del fango" no se limita solo a la familia presidencial. Ha salpicado también a su número dos del partido, el Ministro de Transporte José Luis Ábalos, a través de la célebre trama Koldo... que incluso nos ha hecho olvidar aquella otra mucho más picante del "tito Berni". No es de extrañar que a medida que las acusaciones crecían, la narrativa de la máquina del fango fuera alimentada por el propio gobierno, intentando hacer ver que todo es una orquestación malintencionada para desviar la atención de sus nobles gestiones.
Sin embargo, lo más curioso es que esta "máquina del fango" ha encontrado una manifestación bastante literal en Valencia, donde la DANA (Depresión Aislada en Niveles Altos) ha dejado un rastro devastador. En un inicio, se hablaba de alrededor de casi 2,000 desaparecidos, una cifra alarmante que, tras revisiones, se redujo a 89. Claro, 89 siguen siendo muchos, pero el contraste con los números iniciales nos deja pensando en qué más estará siendo exagerado o mal interpretado en esta era de informaciones contradictorias. La cifra de fallecidos ha superado los 200, y sigue dando pavor pensar cuantos serán al final.
La política, como la DANA, ha dejado a su paso un fango que todo lo embarra. El cruce de acusaciones no se ha hecho esperar. La Agencia Estatal de Meteorología asegura haber alertado de la peligrosidad de la DANA. La Confederación Hidrográfica del Júcar también afirma haber dado avisos, aunque estos fueron contradictorios, lo que generó aún más confusión. Por su parte, el Presidente de la Comunidad Valenciana, Carlos Mazón, alterna entre criticar la falta de apoyo del Estado y agradecer la ayuda recibida, dependiendo del día y probablemente de su audiencia.
En medio de este caos, Pedro Sánchez ha evitado declarar el estado de emergencia, una medida que habría facilitado la coordinación de los servicios de emergencia estatales y autonómicos. Cuando se le pregunta por qué no asume el control de la situación, responde que la Comunidad Autónoma es la que mejor puede manejar la crisis, lo que implícitamente sugiere que el gobierno central lo haría peor. Si esto no es cinismo puro, no sé qué lo es.
La "máquina del fango" parece estar más activa que nunca, pero no necesariamente donde Sánchez nos quiere hacer creer. Está en Valencia, no por lo que ha caído del cielo, sino por la confusión y el caos que reinan en la gestión de la crisis. El fango existe, claro que sí, y no hace falta más que mirar las noticias para verlo. Pero la verdadera pregunta es: ¿quién está realmente operando esta máquina? ¿Es una conspiración política o simplemente la incompetencia y la falta de coordinación que, tristemente, parecen caracterizar a nuestra gestión pública?
Entonces, sí, la máquina del fango existe. Y, a menos que comencemos a pedir responsabilidades claras y precisas, seguirá ensuciando no solo la política, sino también la confianza ciudadana en las instituciones con el enorme riesgo que eso supone para el extremismo partidista, que se alimenta siempre de aquello que apesta. Es hora de exigir claridad y acción, porque al final, los más perjudicados por este lodazal somos todos nosotros.
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