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No habremos aprendido nada
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(Foto: malasombra)

No habremos aprendido nada

Por Rafael M. Martos
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lunes 11 de noviembre de 2024, 07:00h

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La reciente DANA que ha asolado Valencia, dejando más de 200 muertos y decenas de desaparecidos, ha generado una justa indignación entre los valencianos debido a la pésima gestión por parte de los gobiernos autonómico y central. Pero, ¿hemos realmente aprendido algo de esta tragedia? A juzgar por los hechos, hasta ahora no hemos aprendido nada, y probablemente, después de ésto, sigamos sin aprender nada.

La virulencia con la que se ha comportado esta DANA es consecuencia directa del cambio climático, porque antes, estos riesgos se evidenciaban cada 100 o 500 años, pero ahora los sufrimos con mayor frecuencia y gravedad, como sucede con las sequías. Basta mirar la temperatura del Mediterráneo y a poco que uno sepa -o quiera saber- como influye ésta en los fenómenos meteorológicos, tendremos una aproximación a lo que está sucediendo.

Pero el resultado es fruto de décadas de mala gestión de los recursos naturales y, sobre todo, de la planificación urbanística. Almería, por ejemplo, no es ajena a estos problemas a los que solo se les intenta poner parches cuando ya es demasiado tarde. Y es que hay falta de previsión y sentido común en la construcción de infraestructuras públicas y privadas.

En Almería, tenemos el caso emblemático de la desaladora de la Almanzora, construida en mitad de una rambla. Antes de ser inaugurada, una lluvia intensa la destruyó y a día de hoy, ahí sigue. Sin embargo, esta lección no se ha aprendido. Podemos observar invernaderos construidos en ramblas y urbanizaciones completas en zonas claramente inundables, y lo peor no es que se haga de espaldas a la ley y que los responsables de hacerla cumplir miren para otro lado, es que en ocasiones, está todo dentro de la normativa, porque ésta se ha hecho para dar satisfacción económica... ojo, no siempre a los "malvados" promotores inmobiliarios, sino también al pequeño propietario de una vivienda, un invernadero, o un almacén.

Cuando se intenta corregir esta situación, las protestas no se hacen esperar. Las ramblas y barrancos existen por una razón, pero parece que hemos olvidado o desconocemos su importancia. Desgraciadamente, no habremos aprendido nada hasta que entendamos que la naturaleza no puede ser domada sin consecuencias y que la planificación debe hacerse con responsabilidad y previsión.

La raíz del problema es la construcción sin sentido en lugares inadecuados y la falta de acciones correctivas efectivas. Los avisos de los ecologistas han sido ignorados, y el argumento de que "este suelo es mío y construyo lo que quiero" prevalece.

Pero es que, por si fuese poco, la limpieza de los cauces de las ramblas no se hace con la diligencia adecuada, y cuando se hace, es solo en la parte visible por la ciudadanía, no más arriba, y no se sanciona a quien los ensucia, pero es que para colmo, tampoco se protege lo que se ha construido ya en ellos ni tampoco lo urbanizado en el entorno, y lo que es rematadamente peor, no existen sistemas de alerta adecuados para que podamos actuar en situaciones como la vivida en Valencia, no hay planes -que sean algo más que un papel en manos de técnicos y políticos- de evacuación, de autoprotección... de reacción, de respuesta.

Al mirar lo ocurrido en Valencia, no debería sorprendernos nada. Y menos en Almería.

Esperemos que no sea demasiado tarde para corregir el rumbo y evitar futuras tragedias, tomándonos en serio el cambio climático, tanto para evitar que vaya a más, como para minimizar sus consecuencias. Pero, viendo nuestra historia reciente, parece que seguimos condenados a repetir los mismos errores.

Rafael M. Martos

Editor de Noticias de Almería

Periodista. Autor de "No les va a gustar", "Palomares en los papeles secretos EEUU", "Bandera de la infamia", "Más allá del cementerio azul", "Covid19: Diario del confinamiento" y la novela "Todo por la patria"