Cuando miro al espejo cada mañana, no puedo evitarlo: ahí están, esas pequeñas arrugas que se asoman como si quisieran saludarme. Las canas han hecho su aparición estelar, y aunque a veces me siento como una estrella de cine en plena crisis de los 40 (y eso que aún no llego), lo cierto es que en Almería, donde el sol brilla más que en cualquier otro lugar, la presión por mantenernos eternamente jóvenes parece ser aún más intensa.
En nuestra sociedad actual, envejecer no está de moda. ¡Qué ironía! En un lugar donde la belleza natural de nuestras playas y montañas nos rodea, el culto a la juventud se ha convertido en una especie de religión. Desde las cremas milagrosas hasta los tratamientos "antienvejecimiento", todo parece girar en torno a ocultar lo inevitable. Recuerdo una conversación con mi abuela, que siempre decía: “Las arrugas son historias vividas”. Pero claro, hoy en día parece que esas historias son algo que debemos borrar con un buen filtro de Instagram.
Y aquí es donde entran esos chips sexuales de los que tanto se habla últimamente. ¿De verdad estamos dispuestos a implantar un pequeño grano de arroz bajo nuestra piel para sentirnos como hace años? La menopausia puede ser un momento complicado para muchas mujeres —mi madre siempre decía que era como pasar por una tormenta sin paraguas— y entiendo la tentación de querer recuperar esos niveles hormonales perdidos. Pero, ¿realmente sabemos qué hay detrás de estos implantes?
Los defensores aseguran que estos pellets pueden devolvernos la vitalidad perdida. Sin embargo, yo me pregunto: ¿a qué precio? En Almería hemos visto cómo algunos amigos han optado por tratamientos estéticos extremos para lucir más jóvenes. Uno de ellos incluso se sometió a una cirugía estética y ahora se siente genial... hasta que le preguntan su edad y tiene que confesarla entre risitas nerviosas. La verdad es que todos queremos sentirnos bien con nosotros mismos, pero hay una línea muy fina entre cuidarse y obsesionarse.
Por otro lado, están los detractores. Ellos advierten sobre los riesgos asociados a estos chips: desequilibrios hormonales, efectos secundarios inesperados… Y aquí viene mi anécdota personal: mi amiga Ana decidió probar uno de esos tratamientos “milagrosos” para rejuvenecer su piel y terminó con un brote alérgico que parecía sacado de una película de terror. Así que ya saben, no todo lo que brilla es oro.
La realidad es que el envejecimiento es parte del ciclo natural de la vida. En vez de ver las arrugas como enemigos, deberíamos aprender a abrazarlas como compañeras de viaje. Después de todo, cada línea cuenta una historia; cada cana representa un año lleno de risas (y alguna lágrima).
Así que sí, quizás el envejecimiento no esté de moda en Almería ni en ningún otro lugar del mundo. Pero yo estoy decidida a llevar mis arrugas con orgullo, recordando las aventuras pasadas y aceptando las nuevas etapas con gracia y humor. Porque al final del día, lo importante no es cuántas arrugas tenemos o cuántos chips llevamos debajo de la piel; lo realmente valioso es vivir plenamente cada momento bajo este sol radiante que nos acompaña.
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