Recibo un mensaje de mi amigo Manuel Molleja desde su hermosa Sevilla. Me daba las gracias, y no supe por qué, se le notaba feliz, más que feliz, uno diría que, con una satisfacción desbordante, pensé que por los años en los que hemos compartido amistad en Cataluña, por el buen rato del pasado verano en Mojácar, pero no iba su orgullo y felicidad por cuestiones que nos hayan unido en el tiempo, y que se mantengan. La historia tenía otro protagonista: el fútbol.
No sigo en exceso el balompié, y la tarde noche del sábado no estaba pendiente del partido que se estaba jugando en Almería entre el equipo de Turki y el Sevilla. Ni siquiera sabía que se enfrentaban por la copa del rey. Las gracias de Manuel era por la victoria rotunda, más bien paliza, la que le había dado el equipo almeriense al sevillano. Y Manuel se alegraba, y lo manifestaba con mensajes a amigos, y supongo que también a algún enemigo. Esas derrotas, me comentaba, se dan a conocer profusamente, para que no la olviden los rivales futboleros. Y eso hacía un bético de pro como él.
Había estado siguiendo el partido, y lo había disfrutado. Y había sido feliz, y me lo contaba con la alegría de que había sido el equipo de Almería, se acordaba de los tiempos vividos juntos, el que le proporcionaba una goleada al equipo rival de sus amores. A veces, que poco cuesta hacer feliz a un persona. Un partido de fútbol, una victoria y esa noche se acuesta uno un poco más satisfecho, y con la alegría del enfado con el que se van a ir a la cama los rivales del Betis. La noche del sábado, junto a la felicidad de los seguidores del equipo almeriense, miles de sevillanos, béticos hasta la médula como Manuel Molleja, se acostaron con la ilusión de ver la amplia derrota del equipo rival. Así se escribe la historia del fútbol, los sevillistas se acostaron sin cenar, los béticos cantaban en las redes la durísima derrota sufrida por el rival en el campo del Almería.
Imagino que la felicidad de unos seguidores tras derrotar al Sevilla por cuatro a uno, tarde y noche feliz, marcando ante la afición que el equipo tiene presente, y capacidad de futuro. El equipo rival era un primera división, y la prueba se presentaba interesante para los de Turki, que están viviendo unos meses de gloria futbolística como no se esperaba al final de la temporada pasada. Me alegro que la victoria que hizo feliz a mi nieto, llevara también alegría a un amigo lejano en la distancia, cercano en la historia compartida, como es el sevillano Manuel Molleja, bético hasta morir. Enhorabuena, Manuel.