La gratitud es la sal de la vida, y hoy toca sazonar este espacio con una buena dosis de agradecimiento. Gracias a Yaddi González, presidenta de la asociación latinalmeriense Almería para Todos, por regalarme una experiencia que fue mucho más que un desayuno. Compartir la mesa con ella y sus compañeros fue un viaje culinario y cultural que debería estar en la lista de cosas imprescindibles para cualquier almeriense.
Nos encontramos con el aroma del auténtico café colombiano, que ellos llaman tinto —¡precaución para quien visite Colombia esperando un vino si pide un "tinto"!—, acompañado de delicias que pueden sonar familiares, pero que en sabor y textura pertenecen a otro universo. Los buñuelos colombianos no tienen nada que ver con los nuestros; se deshacen en la boca como pequeñas esferas de felicidad. Hubo también empanadas con ají, almojábanas, y pandebonos. Cada bocado era una historia de resistencia, alegría, y raíces que atraviesan el Atlántico para crecer en Almería.
Porque de eso va la migración, ¿no? De conocer, compartir y aprender. Si la humanidad es una sola familia, entonces la mesa es su gran punto de encuentro. En este desayuno entendí, una vez más, que solo se puede amar lo que se conoce. Y que detrás de las diferencias de acento, plato o vestimenta, los seres humanos compartimos sueños y cicatrices que nos hacen mucho más parecidos de lo que algunos quieren admitir.
La historia de Yaddi González, periodista y abogada, es prueba de ello. En Colombia, fue una figura televisiva muy conocida, hasta que un día la guerrilla le arrebató a su compañero de programa. Tuvo que exiliarse. Pasó por Estados Unidos y finalmente recaló en Almería. Aquí, con la maleta llena de recuerdos y retos, intentó abrirse paso en los medios de comunicación locales. Descubrió que los inmigrantes carecían de canales de información y decidió crear los suyos. Así nació Almería para Todos, un proyecto que creció desde programas de radio y televisión hasta convertirse en un referente para la integración.
Yaddi y quienes la acompañan son el rostro amable de esa inmigración que algunos se empeñan en reducir a cifras y miedos. La verdad es que la inmigración es valentía. Es apostar por un futuro mejor, aunque cueste la vida, es gente luchadora, gente que quiere crecer, avanzar. Sí, algunos llegan en avión con visados de turista, y cuando caducan, intentan regularizar su situación; otros cruzan en pateras desafiando el Mediterráneo. Pero el denominador común es siempre el mismo: ganas de vivir, de luchar, de empezar de nuevo. Ganas de futuro.
Sentarse a tomar un té moruno, un tinto colombiano o un buen gazpacho es una oportunidad para abrir los ojos a la riqueza de lo diverso. Degustar yuca o cuscús, compartir migas o trigo… todo ello es parte de un mundo que podemos abrazar o rechazar. Pero quien elige no conocer, se pierde lo mejor de la vida.
Yaddi, con su energía inagotable, ha conseguido mover montañas. Desde la Universidad de Almería hasta la Junta de Andalucía, pasando por ayuntamientos y Diputación, ha impulsado servicios esenciales para los inmigrantes. Su asociación es una referencia, no solo por lo que ofrece, sino por lo que representa: un puente, un espacio de encuentro, una ventana a un futuro mejor.
Habrá más desayunos y más historias. Y espero seguir contándolas. Porque en cada historia de migración late la misma verdad: la riqueza humana no conoce fronteras. Solo hay que saber dónde mirar.