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59 años de la tragedia nuclear en Palomares
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59 años de la tragedia nuclear en Palomares

Palomares aguarda desde hace 59 años la limpieza de la tierra contaminada por elaccidente nuclear de los Estados Unidos

Por Rafael M. Martos
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sábado 18 de enero de 2025, 06:00h

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Se cumplen 59 años desde que, el 17 de enero de 1966, dos aviones estadounidenses colisionaron sobre el cielo de Palomares, una pequeña pedanía de Cuevas del Almanzora en Almería. Este incidente, uno de los más graves de la Guerra Fría, resultó en la caída de cuatro bombas termonucleares, dos de las cuales se rompieron al impactar en tierra, liberando plutonio y contaminando la zona con radiación.

Desde aquel fatídico día, Palomares ha estado esperando una limpieza completa y efectiva de su tierra, un proceso que ha sido marcado por la inacción, la censura y la negociación diplomática entre España y Estados Unidos. A pesar de las promesas y los acuerdos, la realidad es que la tierra de Palomares sigue contaminada, con aproximadamente 50.000 metros cúbicos de suelo radiactivo aún sin tratar.

El libro "Palomares en los Papeles Secretos de EEUU", publicado en 2019 por el periodista Rafael M. Martos, revela documentos desclasificados que muestran cómo las autoridades de ambos países manejaron la crisis. Estos documentos, que datan desde 1959 hasta 2015, detallan no solo la respuesta inmediata al accidente, sino también las negociaciones y las tensiones diplomáticas que continuaron durante décadas. El libro subraya cómo Estados Unidos trató de minimizar su responsabilidad en la limpieza mientras que España, bajo la dictadura de Franco, aceptó condiciones que hoy se consideran inaceptables.

La limpieza inicial, realizada por las fuerzas estadounidenses y españolas, fue insuficiente. Se retiraron 1.400 toneladas de tierra y vegetación contaminadas, enviadas a Estados Unidos, pero se dejó atrás una gran cantidad de residuos radiactivos. Los intentos posteriores de descontaminación han sido esporádicos y limitados. En 2015, se firmó una declaración de intenciones entre el entonces ministro de Exteriores español, José Manuel García-Margallo, y el secretario de Estado de EEUU, John Kerry, para avanzar en la limpieza, pero esta promesa aún no se ha materializado en acciones concretas.

La contaminación ha tenido consecuencias directas en la salud y el desarrollo de la región. Estudios realizados por el CIEMAT en 2008 confirmaron la presencia de cerca de 450 gramos de plutonio 239 y 240, así como americio 241, distribuidos en varias zonas. A pesar de estos hallazgos, no se ha emprendido una descontaminación integral. El Proyecto Indalo, iniciado tras el accidente para monitorizar la salud de los residentes y la contaminación ambiental, se mantuvo en secreto hasta su conclusión en 2009.

Las voces de los vecinos y activistas han sido constantes en su demanda por una solución. Grupos como Ecologistas en Acción han recurrido a la justicia para forzar a las autoridades a desclasificar información y actuar. Sin embargo, la respuesta ha sido lenta y a menudo obstaculizada por la burocracia y los intereses políticos.

En el contexto actual, el Gobierno español sigue presionando a Estados Unidos para que asuma la responsabilidad de limpiar los terrenos afectados, especialmente en vista de la reciente reactivación de negociaciones bajo la administración de Joe Biden, donde se espera que se aborde este tema en encuentros bilaterales.

A 59 años del accidente, Palomares sigue siendo un recordatorio de la fragilidad de la paz nuclear y de la importancia de la transparencia y la acción decidida en la gestión de crisis ambientales. La limpieza de Palomares no es solo una cuestión de salud pública o medioambiental, sino también un símbolo de justicia y responsabilidad histórica.

PROYECTO INDALO

El Proyecto Indalo surgió tras el catastrófico accidente nuclear en Palomares, Almería, en 1966, cuando un bombardero B-52 estadounidense colisionó en el aire, dejando caer cuatro bombas termonucleares sobre el pequeño pueblo. Dos de estas bombas se rompieron al impactar, liberando plutonio y contaminando una vasta área. Este proyecto se inició como una respuesta conjunta entre el Departamento de Energía de Estados Unidos y la Junta de Energía Nuclear de España, más tarde conocida como CIEMAT, con el objetivo de estudiar el impacto del plutonio tanto en la salud humana como en el entorno.

Durante 43 años, hasta su conclusión en 2009, el Proyecto Indalo llevó a cabo una vigilancia médica y ambiental sin precedentes, aunque bajo un velo de secreto. Evaluaba cómo el plutonio se metabolizaba en los cuerpos de los habitantes, realizando análisis de orina y otros estudios radiológicos en aproximadamente 150 vecinos cada año. Paralelamente, se monitoreó el medio ambiente, estudiando la dispersión del plutonio en el suelo, el agua, y la vegetación, con estaciones de muestreo para medir la radiación ambiental.

Sin embargo, el proyecto no estuvo exento de controversia. Se realizó sin el conocimiento o el consentimiento informado de los residentes, lo que ha sido calificado como una práctica no ética de experimentación humana. Además, se ha criticado la posible manipulación de datos para evitar acciones más drásticas de descontaminación, ya que los niveles aceptables de plutonio en la zona se ajustaron de manera que no se considerara necesaria una limpieza más extensa.

A pesar de todos estos esfuerzos de investigación, la limpieza real de Palomares ha sido insuficiente. Aunque se retiraron toneladas de tierra contaminada en los años inmediatamente posteriores al accidente, la mayoría de los residuos radiactivos siguen en el lugar, dejando un legado de incertidumbre y preocupación por la salud de los residentes. Aunque algunos resultados del Proyecto Indalo se han hecho públicos, gran parte de la información se mantuvo clasificada, lo que ha complicado la comprensión completa del impacto del accidente.

El Proyecto Indalo, por lo tanto, se recuerda como un capítulo oscuro en la historia de la gestión de crisis nucleares, marcado por la falta de transparencia, la ética cuestionable y la aún pendiente limpieza integral de la zona afectada. Hoy en día, sigue siendo un recordatorio de la responsabilidad que las naciones tienen para con las comunidades afectadas por incidentes de esta magnitud.

LIMPIEZA DE PALOMARES

En Palomares la limpieza de la tierra contaminada tras el accidente nuclear de 1966 sigue siendo una tarea pendiente, más de medio siglo después de que dos aviones estadounidenses colisionaran, liberando el contenido radiactivo de dos bombas termonucleares sobre el tranquilo pueblo costero. Desde aquel 17 de enero, se estima que unas 40 hectáreas quedaron contaminadas con plutonio, americio y otros radionuclídeos peligrosos.

La limpieza inicial, realizada en los meses posteriores al accidente, fue limitada. Estados Unidos retiró 1.400 toneladas de tierra y vegetación contaminadas, enviándolas a su país para su almacenamiento seguro, pero gran parte del material radiactivo permaneció en el lugar, enterrado o disperso en la superficie.

En 2010, el Consejo de Seguridad Nuclear de España aprobó un plan para la rehabilitación de la zona, que incluía la extracción y tratamiento de aproximadamente 50.000 metros cúbicos de tierra contaminada. El objetivo era reducirla a unos 6.000 metros cúbicos tras el tratamiento, pero la ejecución de este plan ha sido lenta y plagada de complicaciones.

En 2015, se dio un paso diplomático significativo con la firma de una declaración de intenciones entre Estados Unidos y España, prometiendo avanzar en la limpieza. Sin embargo, este compromiso ha quedado en gran medida en papel, sin traducirse en acciones efectivas sobre el terreno.

Los desafíos para llevar a cabo una limpieza completa y efectiva son múltiples. La responsabilidad y la financiación de tal operación siguen siendo puntos de fricción entre los dos países. La tecnología necesaria para manejar materiales tan peligrosos como el plutonio es costosa y compleja, y requiere de una gestión cuidadosa para evitar riesgos adicionales para la salud y el medio ambiente. Además, la cuestión ha llegado a los tribunales, con organizaciones ambientalistas presionando para que se tomen medidas, aunque las respuestas legales han sido lentas y a menudo insuficientes.

A día de hoy, Palomares sigue siendo un recordatorio de los peligros de la era nuclear y un símbolo de la necesidad de responsabilidad internacional. La tierra contaminada representa un riesgo potencial para la salud de los residentes y para el ecosistema local. La limpieza de Palomares no es solo una cuestión técnica o diplomática, sino también una deuda moral y ambiental que espera ser resuelta. Las negociaciones continúan, pero la acción concreta para una limpieza a gran escala aún está por venir.

GREENPEACE

Greenpeace, una de las organizaciones ambientalistas más conocidas a nivel mundial, ha tenido una posición crítica y activa respecto al incidente nuclear de Palomares desde su ocurrencia. Aquí está el repaso de su postura sobre este suceso:

Inmediato después del incidente (1966): Aunque Greenpeace no existía como organización en el momento del accidente de Palomares (fue fundada en 1971), en retrospectiva, la organización ha criticado ampliamente la gestión inicial y la respuesta al desastre. Greenpeace ha destacado la falta de transparencia y el secretismo tanto de parte de Estados Unidos como del régimen franquista en España, quienes intentaron minimizar el impacto del accidente y la contaminación radiactiva resultante.

Campañas y Acciones en las Décadas de 1980 y 1990: Greenpeace-España, en particular, tomó un rol activo en la década de 1980 bajo la coordinación de figuras como Jordi Bigues. Se centró en la defensa de los derechos de los vecinos de Palomares, especialmente cuando se acercaba el vencimiento de las indemnizaciones prometidas a las víctimas. Greenpeace denunció la falta de compensación adecuada, la insuficiencia de la limpieza inicial y la necesidad de estudios epidemiológicos para evaluar el impacto en la salud de la población.

Críticas a la Gestión de la Contaminación: Greenpeace ha enfatizado que la limpieza realizada en los años posteriores al incidente fue insuficiente. La organización ha insistido en que el plutonio y otros radionuclídeos dispersos por la zona representan un riesgo continuo para la salud pública y el medio ambiente, criticando la falta de una descontaminación exhaustiva y la restricción de uso de las tierras afectadas.

Demanda de Acción y Responsabilidad: En la actualidad, Greenpeace sigue presionando para que tanto Estados Unidos como España tomen medidas definitivas para limpiar completamente Palomares. Han solicitado que se retiren las tierras contaminadas y se gestionen adecuadamente los residuos radiactivos, preferentemente fuera de España, en un lugar adecuado para su almacenamiento seguro y a largo plazo. La organización ha criticado la lentitud de las negociaciones diplomáticas entre los dos países y la falta de un plan de acción claro y financiado.

Posición sobre la Energía Nuclear: El incidente de Palomares se utiliza a menudo por Greenpeace como un ejemplo de los peligros inherentes de la energía nuclear. La organización argumenta que la energía nuclear es intrínsecamente riesgosa, no solo por la posibilidad de accidentes catastróficos como el de Palomares, sino también por la gestión de residuos radiactivos que permanecen peligrosos durante miles de años. Greenpeace aboga por una transición hacia energías renovables seguras y sostenibles, usando casos como Palomares para ilustrar la necesidad de reformar los sistemas energéticos globales.

Documentación y Activismo: Greenpeace ha publicado informes y ha participado en campañas para aumentar la conciencia sobre Palomares. Han utilizado medios como el archivo donado por Jordi Bigues al Instituto de Historia de la Ciencia de la Universidad Autónoma de Barcelona para respaldar sus denuncias y demandas de justicia ambiental y reparación para la comunidad afectada.

La postura de Greenpeace sobre el incidente nuclear de Palomares es de crítica constante hacia el manejo del accidente, la necesidad urgente de una limpieza completa y la utilización del caso como un argumento más en su lucha contra la energía nuclear, promoviendo en cambio prácticas energéticas más seguras y sostenibles.

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