FITUR, el escaparate mundial del turismo, es cada año el lugar donde territorios de todo el mundo sacan pecho, alardean de sus encantos y compiten por captar visitantes. Almería no es una excepción. Nuestra presencia en este foro es esencial, porque si algo nos sobra en esta tierra es atractivo turístico. Desde nuestras playas casi vírgenes, nuestras rutas naturales, hasta la gastronomía que mezcla mar y tierra como ninguna otra, Almería tiene mucho que ofrecer. Y, sin embargo, uno no puede evitar la sensación de que algo falla en este espectáculo anual.
No hay duda de que FITUR es un escaparate, pero a veces parece más bien un photocall político. Los políticos locales, autonómicos y estatales aprovechan la feria como si fuese una pasarela para hacerse la foto de rigor y dar sus discursos sobre lo mucho que apuestan por el turismo, aunque a menudo sus acciones no estén a la altura de sus palabras. Almería no es una excepción, pero tampoco es un caso aislado. Vemos el mismo desfile de caras conocidas en cada rincón del pabellón andaluz, y lo que debería ser una plataforma para profesionales del sector acaba convertida en un festival de postureo institucional.
Mientras tanto, ¿dónde están los verdaderos protagonistas? ¿Dónde están las empresas turísticas, los emprendedores y los pequeños empresarios que de verdad sacan adelante la industria? FITUR debería ser un foro para generar negocio, para atraer inversión y para fomentar el trabajo conjunto, no para que los políticos acumulen minutos de gloria ante las cámaras.
Otro de los problemas evidentes es la falta de unidad en la presentación de Almería. Cada municipio parece querer destacar por separado, como si no formara parte de un todo. Aunque Costa de Almería es un reclamo sólido y atractivo (siempre son un acierto las acciones de la Diputación en Madrid coincidiendo con la Feria), algunos ayuntamientos parecen más interesados en lucir su logo que en contribuir a un esfuerzo conjunto. Si toda la provincia trabajase como un equipo, los resultados serían mucho más potentes. Y lo mismo podría decirse de Andalucía: si en lugar de competir entre provincias nos presentáramos como un destino global y diversificado, nuestra fuerza como comunidad autónoma sería imparable... más incluso de lo que ya lo es.
Pero claro, esto requeriría dejar a un lado egos locales y partidismos para apostar por el bien común. Una utopía, al parecer, en el panorama político actual.
Por supuesto, de poco sirve que Almería brille en FITUR si seguimos arrastrando un problema histórico: nuestras comunicaciones. No tenemos alta velocidad ferroviaria, y aunque las últimas mejoras han reducido algo los tiempos de viaje, seguimos estando muy lejos de estar bien conectados con el resto del Estado. Las conexiones aéreas no son mucho mejores: los vuelos son escasos y caros, lo que dificulta atraer a un turismo extranjero que, con mejor infraestructura, sería una fuente inagotable de ingresos.
Mientras tanto, permitimos que los usuarios de caravanas campen a sus anchas en primera línea de playa sin que eso suponga un aporte real a la economía local. Y subvencionamos festivales de música que, aunque llenan titulares y generan un impacto puntual, apenas dejan beneficios duraderos en nuestra tierra. O mantenemos el mamotreto del hotel del Algarrobico a pesar de las sentencias condenatorias.
Almería tiene un potencial turístico extraordinario, y FITUR es el escaparate ideal para mostrarlo al mundo. Pero para aprovechar realmente esta oportunidad, necesitamos algo más que discursos vacíos y fotos de rigor. Necesitamos un esfuerzo conjunto, una visión a largo plazo y, sobre todo, soluciones reales a los problemas que lastran nuestro desarrollo como destino turístico. Porque, por mucho que brillemos en FITUR, si no podemos garantizar que los turistas lleguen hasta aquí y disfruten de una experiencia completa y sostenible, el esfuerzo seguirá quedándose en nada.