Pedro Sánchez, en su enésima comparecencia mesiánica (difundid mi mensaje por tierra, mar, y aire, suena a eso), ha exigido al Partido Popular que "rompa con Vox". Uno no sabe si reír o compadecerlo. La petición es tan absurda como pedirle a un divorciado que deje a su ex. Porque, estimado presidente, la ruptura ya se ha consumado y con papeleo incluido.
Repasemos los hechos. El PP ha votado en contra de todas las mociones de censura de Vox contra Pedro Sánchez. Ni una sola le ha respaldado. Vox, por su parte, ha abandonado todos los gobiernos autonómicos en los que compartía poder con el PP. No contentos con eso, amenazan con bloquearles los presupuestos donde pueden, ejerciendo un chantaje que, por cierto, recuerda a las relaciones que su partido mantiene con sus ilustres socios independentistas.
Si esto no es un divorcio, que baje Francisco Fernández Ordóñez (ministro de la UCD impulsor de la Ley del Divorcio... aprobada antes de que gobernara el PSOE, aunque de eso Sánchez tampoco se acordara en su momento) y lo vea.
Por si aún hay dudas, basta con escuchar a Santiago Abascal y su cuadrilla, que llevan meses atizando a Alberto Núñez Feijóo con una contundencia que ya quisieran los portavoces socialistas. Le llaman blando, cobarde, traidor y, en general, cualquier lindeza que refuerce la idea de que la relación entre PP y Vox es más tensa que un pleno en el Congreso. Feijóo, fiel a su estilo menos incendiario, devuelve los golpes con elegancia gallega, pero su desprecio por Vox es tan evidente como la debilidad parlamentaria de Sánchez sin sus socios.
Entonces, ¿por qué insiste el presidente en vender esta alianza que no existe? Hay dos opciones: o desconoce la realidad política del país (lo que sería preocupante), o está intentando convencer a los españoles de una mentira que ya no se sostiene ni con pegamento de ferretería. Lo cierto es que la estrategia es tan burda como predecible: necesita a un "enemigo" unificado para seguir polarizando el debate, aunque ese enemigo no exista como tal.
Quizá, antes de exigir rupturas, Sánchez podría explicar cuándo piensa romper él con sus propios socios, esos que un día exigen la independencia, a otro indultos, a otro amnistías, al otro se niegan a condenar el terrorismo y al siguiente le arrancan concesiones a golpe de chantaje. Pero claro, eso ya sería pedir demasiado.