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La accesibilidad una asignatura pendiente
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(Foto: DALL·E ai art)

La accesibilidad una asignatura pendiente

Por Matías García Fernández
jueves 06 de marzo de 2025, 12:04h

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En 1977, José Luis Garci, uno de los cinco directores de cine españoles premiados con el Oscar de Hollywood, estrenaba Asignatura pendiente, una película sin grandes reconocimientos en ceremonias de entrega de galardones, pero que sí tuvo un considerable impacto en una generación que se encontraba en un proceso de transformación colectiva como fue la Transición Española. Diez años después, en 1987, el cineasta volvió a jugar con el concepto académico en Asignatura aprobada, esta vez consiguiendo una nominación a los Premios Óscar en la categoría de “mejor película de habla no inglesa”.

Me ha venido a la mente este paralelismo para llamar la atención sobre una cuestión que sigue sin resolverse en nuestra sociedad, a pesar del paso de los años, del esfuerzo de organizaciones del sector de la discapacidad, de la legislación vigente y de los avances sociales. Hoy seguimos enfrentándonos a una asignatura pendiente que parece lejos de ser aprobada: la accesibilidad universal. Y esto es algo que se ha puesto de manifiesto recientemente en un evento de gran repercusión mediática como los Premios Goya del cine español.

Este año, la ceremonia se ha celebrado en el Palacio de Congresos de Granada, que se ha engalanado para la ocasión. El acceso escalonado al recinto ascendiendo por esa interminable alfombra roja de 167 metros que cubría los peldaños, por la que todas las personas invitadas desfilaron al más puro estilo hollywoodiense.

La prensa informa que ha sido la primera vez que estos galardones del cine español incluyen una escalera en su alfombra roja. En algunos medios se la ha calificado como “la escalinata de las estrellas hacia el cielo”. Pero, a las personas encargadas de organizar esta gala, ¿no se les ocurrió pensar en el acceso para las personas con movilidad reducida?

Aquí tenemos un ejemplo paradigmático de cómo, en pleno siglo XXI, la inclusión y la accesibilidad continúan sin ocupar el lugar que merecen. Actores, actrices y otras profesiones del mundo del cine, músicos y autoridades brillaban con todo su glamour al subir los escalones, mientras a la vez, para una gran parte de la sociedad, se evidenciaba una realidad dolorosa. Para muchas personas con movilidad reducida, esa escalinata era un símbolo de exclusión.

Es incomprensible que, en un evento de tal repercusión mediática, con la presencia de figuras influyentes en la cultura, la política y la sociedad en general, que no dudaron en lanzar mensajes sobre cuestiones como la crisis de la vivienda, el derecho a la educación, el cambio climático y sus consecuencias o la inmigración, pero no se alzó la voz en señal de protesta con la accesibilidad.

Se reivindicaron muchas causas sociales a lo largo de la gala, pero la falta de accesibilidad pasó desapercibida. No se trata solo de una omisión en la organización del evento, sino de una preocupante falta de sensibilidad y compromiso por parte de quienes podrían y deberían utilizar su influencia para visibilizar esta problemática.

La accesibilidad no puede seguir siendo una asignatura pendiente. La cultura, el arte y el entretenimiento deben ser espacios de encuentro, de inclusión y de celebración para toda la sociedad en su conjunto, sin barreras arquitectónicas ni sociales. Si algo nos ha enseñado el cine es que las historias tienen el poder de cambiar conciencias, derribar muros y abrir ventanas de esperanza. Pero para que ese cambio sea real, es necesario que la inclusión deje de ser un discurso bonito que resuena con viralidad en las redes sociales y se convierta en una exigencia ineludible.

En pleno siglo XXI, la accesibilidad sigue siendo una deuda pendiente en muchas ciudades. A pesar de los avances en normativas y la labor de concienciación que se lleva a cabo desde las organizaciones de la discapacidad, aún existen múltiples barreras arquitectónicas que limitan la movilidad de personas con discapacidad, adultos mayores y familias. Entre ellas, las escalinatas se han convertido en un símbolo de exclusión para quienes no pueden sortearlas con facilidad.

El diseño urbano debe responder a la diversidad de sus ciudadanos. Sin embargo, aún persiste la tendencia de construir grandes escalinatas en espacios públicos y privados. Esta falta de planificación no solo vulnera los derechos de las personas con movilidad reducida, sino que también refuerza la desigualdad en el acceso a servicios básicos y culturales.

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), más de 1.000 millones de personas en el mundo viven con algún tipo de discapacidad. Para ellas, la accesibilidad no es una comodidad, sino una necesidad fundamental. La Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad, adoptada por la ONU, establece que los Estados deben garantizar entornos accesibles e inclusivos. Sin embargo, la realidad dista mucho de este ideal.

Queda en manos de todos y todas actuar, defender y comprometerse frente a las injusticias y desigualdades. La accesibilidad no debe ser una reivindicación silenciada, sino una realidad garantizada, un compromiso de todos. Construyamos ciudades donde la inclusión no sea una opción, sino una prioridad. Solo entonces podremos decir que, por fin, como en la película de José Luis Garci, esta asignatura ha sido aprobada.

Matías García Fernández

Presidente de la Asociación de Personas con Discapacidad El Saliente