La noticia me llegó como un jarro de agua fría, y no solo porque el papa Francisco haya sido una figura tan relevante en el mundo actual, sino porque, a decir verdad, su muerte nos deja ante un cruce de caminos que podría definir el rumbo de la Iglesia Católica. El 21 de abril, justo después de un Domingo de Resurrección que prometía esperanza y renovación, el mundo se enteró de que Jorge Mario Bergoglio había fallecido. Y ahí estaba yo, en mi pequeño rincón de Almería, con una taza de café en mano y la mente llena de preguntas.
Francisco fue un soplo de aire fresco en una institución tradicionalmente conservadora. Durante sus doce años de pontificado, hizo más que muchos por acercar la Iglesia a los problemas del día a día: desde la protección infantil hasta la inclusión LGBTI. Recuerdo cuando mi abuela, que siempre ha sido muy devota pero también algo escéptica respecto a ciertos dogmas, me dijo una vez: “Este Papa es diferente; habla con un lenguaje que entiendo”. ¡Qué gran logro! Hacer que hasta mi abuela se sintiera conectada con la fe. Pero ahora, ¿qué viene después?
La pregunta que todos nos hacemos es si el próximo Papa seguirá esta línea continuista o si optará por un giro hacia el conservadurismo. Con las ultraderechas ganando terreno en tantos países —y no solo en Europa— parece que hay quien quiere aprovechar este momento para llevar a la Iglesia hacia atrás en lugar de hacia adelante. Es como cuando vas a una fiesta en Almería y te encuentras con esos amigos que siempre quieren poner reggaetón en vez de música flamenca; al final terminas bailando lo mismo de siempre.
En este contexto, suenan nombres como el cardenal Tagle o el arzobispo Gómez, quienes podrían mantener ese espíritu abierto y reformista. Pero también hay otros candidatos más conservadores que podrían devolver a la Iglesia a tiempos más oscuros. Me acuerdo de una conversación con unos amigos sobre cómo algunos líderes religiosos parecen más preocupados por mantener sus privilegios que por escuchar las necesidades reales de sus feligreses. En Almería hemos visto cómo las comunidades se han unido para ayudar a los más necesitados; esa es la verdadera esencia del cristianismo.
No puedo evitar pensar en cómo estos cambios pueden afectar a nuestra comunidad aquí en Almería. A menudo me encuentro con jóvenes que buscan respuestas a preguntas difíciles sobre su identidad y su lugar en el mundo. Si el nuevo Papa decide cerrar filas y adoptar una postura más rígida, ¿qué mensaje les estará enviando? La inclusión y el diálogo son esenciales para construir puentes entre generaciones y culturas.
Así que aquí estamos, esperando ver qué rumbo tomará la Iglesia Católica. Mientras tanto, lo único que podemos hacer es seguir siendo críticos y exigir un liderazgo que refleje los valores del amor y la compasión que tantos necesitamos hoy en día. Porque al final del día, ya sea desde el altar o desde nuestra vida cotidiana aquí en Almería, todos buscamos lo mismo: un poco más de humanidad y entendimiento.
Estoy ansiosa por ver quién será el próximo Papa. Espero sinceramente que sea alguien capaz de unirnos y no dividirnos aún más. Y mientras tanto, seguiré disfrutando mis cafés al sol y recordando esas charlas profundas sobre fe y vida con mi abuela… porque al final, eso es lo que realmente importa.