No me ha gustado nunca lo de despedir a la gente, y menos cuando son amigos, da la impresión de que se han marchado para siempre, que no los vamos a ver nunca más. En este caso me lo dejé con una copa de agua de fuego en las manos, de un tal Maccalan, que no sé a estas alturas ni cómo se escribe. Yo me quedé en la ginebra, y en la Rives del Puerto de Santa María, las querencias, que se dicen en estos casos. A veces me acuerdo de la Giró, y me entran vomiteras.
Antonio Felipe está como siempre, diría que, con la jubilación lograda, que era lo que nos unía en el ágape, ha ganado en libertad, en soltar por su boquita de piñón todo lo que le parezca oportuno y real sobre la vida política de los almerienses. Porque, no se crean los señores de la política que se va a callar, no lo va a hacer, y uno respira con cierto alivio cuando tiene otro colega de página o red, que se lleva parte de las diatribas de esa clase política que nos gobierna. Un paraguas como Antonio nunca viene mal.
Compartí mesa con un grupo de personas a las que he apreciado desde hace años, casi toda la vida. Emilio Lucas, tenemos una batalla entre los dos, en lo que a los mensajes en red se refiere, y últimamente le estoy mojando la oreja. ¡Vamos, Lucas, a por ellos! Me recordaba Alfredo Martínez Almécija los años de la infancia, aquellos en los que, con un amigo común, al que llamábamos “Lumunba”, te acuerdas Andrés, jugábamos a ser mayores de lo que realmente éramos en la vieja Almería. Alguien dijo que recordar es sentirse mayor, que hay que mirar y hablar del futuro. Puede ser cierto, pero es que el presente, nuestros nietos, y el futuro que les espera no tiene, por lo menos así lo veíamos los allí sentados poco de positivo. Cuanto nos gustaría equivocarnos. Y mi hermano Jorge. ¡Joder, Jordi! la de historias que podíamos contar de nuestras correrías por la ciudad y sus alrededores. Lo mismo no encontrábamos editorial, bueno, los del círculo de colores lo publican todo, hasta las tontunas que se nos ocurre escribir a estas alturas. Nos faltó sentado a nuestro lado Pepe Luis Aguilar, otro día será.
¿Qué se puede usted esperar de una mujer de “rompe y rasga” como María del Mar Agüero? que te dé la bronca. Y vaya si me la dio. Pero han sido tantos momentos los vividos, que la voz de María era como la de una madre que te dice que no te metas con sus polluelos. Me encantó estar a tu lado, oír de nuevo tu voz, y ver que los setenta, chiquilla, te sientan de maravilla. En la misma mesa, intentando que no nos faltará de nada estaba Paco Amicián, alma mater del evento. Procuró que las copas rebosaran de un buen vino rojo de Toro, y buscó aclarar una vieja historia que se produjo entre Antonio y Juan Megino hace muchos años. Saber quién era aquel Juan veguero, que llamó una noche al informativo de la tele, y a que todos nos pareció que era la voz del propio Megino. Nos fuimos de la comida sin saber el nombre de la persona que llamó, pero aún queda tiempo para saberlo, a Juan lo vimos muy bien, delgado y pizpireta como siempre, y con ganas de seguir dando caña. En cuanto a Antonio Felipe dispuesto a comenzar un nuevo tiempo de libertad ahora que se ha jubilado. Que sea para bien de todos, querido Antonio. Y no le des mucha lata a tu Paca.